ESTE INFIERNO ES UN ENCANTO: FELI COLINA EN VIVO Y EN PRESENTE

Charlamos con la artista en su paso por Córdoba

Imagen ilustrativa

Los demonios del carnaval ya caminan entre nosotros. En ocasión de su cumpleaños número veintinueve, Feli Colina volvió a una de sus plazas favoritas —no tengo pruebas pero sí algunas certezas—: Córdoba, que la recibió con 30 grados a la siesta, y el desenlace de una tormenta fugaz y fuertísima (no es metáfora aunque podría funcionar). 

Pudimos pasar por los camarines de Club Paraguay para charlar con la voz salteña que se erige como uno de los proyectos más auténticos, logrados y contundentes de la escena. En esta gira, que la llevó por varias ciudades y países del continente, los temas que habían preparado para el show de El Valle Encantado (2022), están grabados y editados bajo el título de LXS INFERNALES (2023): un EP “más liviano que los discos anteriores, un trabajo de covers, en el que jugamos, con más post producción”, en el que pudo sacarse las ganas de probar otros elementos. El concepto se desprende del LP anterior, “no tiene un mayor hilo conceptual, se llama así porque tiene eso del ejército que defiende el valle, porque es la banda que defiende ese disco”, banda conformada por su ya histórico tecladista Balta y la percusionista Conce Soares.

Los temas que componen este EP no tienen mayor criterio de selección que la diversión: “‘Babalú’ hace reír, ‘Avenido’ me hace reír, ‘El Carnavalito del Duende’ tiene eso que me parece un reggaetón, me hacen reír, me hacen bailar”. Y vaya que te hacen bailar, llaman al cuerpo y lo ponen en primera plana. Bajo la influencia del bajo y de las percusiones, podríamos decir del groove, el cuerpo responde al llamado.

“Nunca fui especialmente habilidosa con la voz, soy cantora y no cantante porque busco el transmitir y no el virtuosismo”

El show —animado varias veces por un público que le cantaba el feliz cumpleaños— es un show en el sentido común, y también es un fogón, porque a la mitad, ella le da lugar a la gente para que grite pidiendo las canciones que le gustaría escuchar. Algunas de Feroza (2019) fueron pedidas, pero también se gritó para poder escuchar ‘Madre’ y, por primera vez en mi caso, ‘Serenidad’ en vivo. “No la sabemos”, nos dicen, pero le cuenta al Balta la tonalidad y ahí van. Sin ser quizás de la profundidad de otras composiciones, fue hermoso, y una muestra de un show mandado, único, y único cada vez porque el público no le pide siempre los mismos temas. 

Los personajes del carnaval exponen su cuerpo desmesurado: “Tengo algo medio de exhibicionista, me gusta que me vean desde lejos, y poder hacer un show erótico sin que nadie me venga a decir nada”. Los trajes traslúcidos que usan ella y lxs músicxs son un primer anuncio, pero el erotismo es mucho más que eso: “me concentra, siento que es un poder que tengo, cuando tengo miedo, cuando estoy incómoda, erotizo”.

El público lo recibe: “todo se vuelve erótico, hay risa y complicidad, porque todos sabemos que no hay fines sexuales, estamos jugando, y pasa lo del coqueteo, algunos se ponen incómodos, otros te lo siguen, otros te mantienen la mirada”. El público baila, festeja y celebra las caderas que se mecen, pero también lo siente, y descubre que se encuentra, el deseo, en otras zonas que no son necesariamente erógenas.

“Soy cantora y no cantante, porque nunca fui especialmente habilidosa”, comenta y me río pensando en su garganta del diablo y en la potencia de la voz, “porque yo no te puedo hacer un melisma, no sé hacerlo”. Ser cantora y no cantante es algo de otro orden, “mi viejo es cantor también, y siempre lo ví transmitir de una manera muy directa, para mí cantar es eso; me encausa, medito y busco en mi espíritu y me libero, el deseo de cantar me acomoda los días”. Dirán que es el corazón, pero podemos decir que es la voz la gran delatora, “se te nota el miedo, se te nota la vergüenza, se te nota todo en la voz, es también una herramienta para descubrirme”.

“No crece/ lo que construimos con negar se desvanece/ cuando lo nombro y no aparece”, reza la última frase de ‘El Orden Sagrado’, una de mis canciones favoritas de su discografía, una pieza hermosa que me sacudió fibras muy íntimas, que me hizo preguntarme sobre mi relación con las cosas y la creatividad. “Lo compusimos junto a Balta; en 2020 falleció mi primo, y meses después su padre, así que lo terminamos juntos, para que sea una canción de luto, en el momento no sabíamos exactamente de qué habla y hoy tampoco te lo sé decir”, cuenta y entendemos algo de la tensión entre el orden y el desorden que es el universo, una tensión que entraña los secretos que solo algunas almas delicadas y escogidas pueden entrever y traducir en una canción. “Lo que se construye negando, no se construye, se  cae, está eso en toda el tema, te llamo y no estás, y me olvido que no estás, todo eso que se construye sobre la no realidad”.

Para el show, este tema hizo de encore, y sin saber cuánto tuvo que ver con esa decisión la charla que tuvimos unas horas antes, lo sentí como un regalo y he recibido pocos regalos más lindos; he visto pocos públicos más emocionados y rotos por algunos versos, no he visto jamás tantas lágrimas brillar en la oscuridad.

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