Las discográficas fueron pilares fundamentales en el desarrollo y crecimiento de la industria musical. Su materia prima de trabajo en los primeros años fueron los vinilos, luego vinieron los cassettes y por último los CDs, siempre junto a la comercialización de los aparatos de reproducción de los mismos.

En 1850 no había otra forma de disfrutar de la música que no fuera en vivo o a través de la radio. No existían los dispositivos portátiles y no se podía disponer de una colección de canciones para escucharlas en cualquier momento. Pero en el año 1877 Thomas Edison innova en este campo creando el fonógrafo, un instrumento capaz de grabar hasta dos minutos de música en un cilindro de 10 cm de largo y 5,7 cm de diámetro. Una década más tarde, en 1887, Emile Berliner creó el gramófono, que transmitía el sonido a través de un disco —que puede verse en una de las escenas de Harry Potter y el Cáliz de Fuego (2005)—, dándole inicio a una nueva manera de vivir y pensar la música. Estos avances pueden verse reflejados en una nota de la revista Caras y Caretas: “El pobre hombre, alejado a varios cientos de kilómetros de la capital, en su vivienda improvisada, nos quiso agasajar y dio cuerda a su pequeño aparato haciéndonos escuchar, como novedad, 'La Cumparsita'... Sin embargo, ¡qué bien nos impresionó en aquel atardecer norteño, cuando el día era sólo un fulgor amarillento en el horizonte quebrado por la lejana arboleda!”. El periodista relata una situación de escucha que solo podía existir gracias al gramófono: una música sin músicos y lejos de su contexto original como lo era un tango sonando en un paisaje norteño.

En un principio ambas tecnologías compitieron, pero finalmente el gramófono se impuso por su menor costo de producción, ya que a partir de un único molde original podían realizarse miles de copias. En cuanto al disco utilizado, el formato estándar durante varias décadas fue el disco de goma laca bastante frágil, de 10 pulgadas y 78 rotaciones por minuto, que permitían grabar solo 3 minutos de música por cara, por lo que se grababan mayormente singles. En un contexto como la segunda guerra mundial, la laca era utilizada para confeccionar diferentes herramientas esenciales por lo que tuvo que ser reemplazada, y en 1948 Columbia desarrolló unos discos superadores con microsurcos de resina termoplástica, el PVC. Este nuevo material permitió bajar la velocidad de rotación y obtener un tiempo de escucha más largo que llegó a alcanzar unos 25 minutos por cada cara. Los dos formatos más frecuentes eran el LP lanzado por Columbia y el denominado sencillo lanzado por RCA con discos de 7 pulgadas a 45 rpm, con un agujero central mucho más grande. Con estas incorporaciones no solo se le dio nacimiento a los vinilos sino también a los tocadiscos, dejando atrás al gramógrafo mientras la industria discográfica comenzaba a crecer rápidamente. La música grabada se diferenció con el tiempo de la música en vivo, ya que los recursos del estudio y de la post grabación permitieron a los artistas conseguir efectos imposibles de lograr en los conciertos.

Años más tarde llegaron los cassettes, que constaban de dos carretes en miniatura entre los cuales se pasaba una cinta magnética. Fue introducido en Europa por la empresa Philips en 1962, y en los Estados Unidos en 1964, con el nombre de Compact Cassette. Contaba con un almacenamiento invertido de un máximo de 45 minutos en estéreo por cada cara, bastante más que un vinilo LP. Su pequeño tamaño fomentó la creación de los reproductores portátiles revolucionando la forma de escuchar música. La particularidad de este nuevo formato es que era regrabable, lo que preocupaba a la industria discográfica, ya que se podían hacer copias de una sola compra y armar mixtapes con mezclas originales de varios artistas. Lo mismo sucedió con la introducción de los CDs en los ‘80, de una forma aún más generalizada a partir de la introducción del CD-R (disco compacto grabable) en 1988. Temían una infracción generalizada de los derechos de autor y la pérdida de ventas, por lo que intentaron generar impuestos y regular la cantidad de cintas o cds vírgenes que se podían obtener por persona, lo que no tuvo éxito. Su único fuerte era apostar al valor agregado de los discos originales: el packaging que incluye el arte de tapa y a la venta de los nuevos reproductores portátiles que se volvieron icónicos: el  walkman y discman.

 

Las discográficas tenían una fórmula de éxito de la que difícilmente se apartaban

 

Los sellos tienen el derecho sobre las grabaciones por las que pagan regalías a los artistas, y con esta titularidad negocian con las demás empresas o proyectos que quieran utilizar estas grabaciones. La casa disquera también era responsable por el marketing y la promoción del disco y se centraba en la radio, lo que le trajo problemas a Queen cuando quiso poner a rodar 'Bohemian Rhapsody' que tenía una duración muy extensa para el formato radial. Los contratos entre las empresas y los artistas siempre fueron ejes de polémicas: en los años ‘60 y ‘70 la duración era de un año con cuatro opciones de renovación por uno más. En la mayoría de los casos, cada contrato significaba la grabación de un nuevo disco, y si no se cumplía, el acuerdo se extendía hasta que así sea, por lo que se volvían muy extensos y los músicos no tenían libertad para poder crear su material. Además, con la irrupción de MTV en 1981, los discos se postergaban y se le daba prioridad a los singles con video para que fueran reproducidos en el canal de la música. Entre los artistas que mostraron su descontento con estas cláusulas se encontraba Lou Reed, que con su disco Metal Machine Music (1975) respondió a las exigencias de su discográfica RCA para sacar un nuevo material. Aunque no dio declaraciones oficiales al respecto es una de las hipótesis más fuertes, ya que el disco consta de una hora de guitarras distorsionadas muy difíciles de escuchar sin querer taparse los oídos, aunque muchos quieran identificarlo con un ruidismo de vanguardia.

Estas organizaciones tenían una fórmula de éxito de la que difícilmente se apartaban: las canciones debían tener una duración que sea funcional para las radios, las portadas de los discos debían tener una foto de los artistas para identificarlos claramente —como vimos en la entrega de arte gráfico— y las mujeres no eran aceptadas en la música . A pesar de haber sido líder de The Runnaways, una de las bandas más importantes de los ‘70, y compositora del éxito de 'I Love Rock and Roll' como solista, ninguna compañía quería firmar contrato con Joan Jett. Por este motivo decidió crear su propio sello al que llamó BlackHearts Records, logrando millones de ventas y convirtiéndose en la primera artista que ejerció semejante nivel de control sobre la producción, la publicidad y la distribución de un disco. Algo similar sucedió en nuestro país con las She Devils, que optaron por la autogestión con su sello llamado Grrr!, inspirado en el movimiento alternativo y feminista que se venía gestando en Estados Unidos Riot Grrrl.

En cuanto a la historia de los sellos en nuestro país, Marina Coñardo comenta en su libro Fábricas de Músicas, comienzos de la industria discográfica en la Argentina 1919-1930 (2017): “La industria discográfica se afianzó tempranamente en la Argentina. Apenas comenzado el siglo XX, se vendían discos y cilindros como «música criolla» en los comercios principales de las grandes ciudades argentinas. En 1919, en cuanto se silenciaron los clamores de la primera guerra mundial, comenzó a funcionar la primera fábrica de discos del país, que le permitió a Buenos Aires volverse un faro de la industria donde artistas de países vecinos venían a fabricar sus discos”. La concentración del mercado local estaba entre dos empresas que los producían: Odeon Nacional —presidida por Max Glucksmann, quien además se dedicaba al cine y a la fotografía— y Victor, ambas asociadas a conglomerados internacionales y vinculadas con otras actividades comerciales como la venta de aparatos reproductores.

El tango y el folklore primaban hasta que en los ‘70 el rock nacional se impuso como nuevo género; fue ahí donde la industria de la música comenzó a generar un gran valor económico en todo el mundo. Por esos años había muy pocos sellos: los más grandes eran CBS (Sumo), RCA (Los Gatos y Litto Nebia), Microfón (La Máquina de Hacer Pájaros, Raul Porchetto, Pescado Rabioso y Sui Generis), Trova (Aquelarre), Interdisc (Los Twist, Fricción) y Music Hall (Billy Bond y La Pesada del Rock And Roll, Pappo´s Blues, Arcoiris, León Gieco, Ruben Rada, Maria Rosa Yorio). Este último era íntegramente argentino y estaba compuesto además por el sello Mandioca (Manal, Pappo, Tanguito, Moris y Vox Dei) y Sazam Records (Charly García y Seru Giran).

Se ha dicho muchas veces que esta industria estaba terminada y que llegaría prontamente a su fin, pero como hemos visto siempre encontró la manera de reinventarse. Los sellos, a pesar de tener algunas desventajas contractuales, significaron grandes pilares para que la música tenga el tamaño y la importancia de hoy.