ROYAL BLOOD EN VIVO: EL ROCK DEL QUE TANTO SE HABLA DIJO PRESENTE 

Cómo conquistar a los fanáticos del género, sin guitarras 

Fotos: Emi Castro

Crowdsurfing, un solo de batería, corpiños volando, un par de zapatillas pisoteadas en medio del pogo… La esperada vuelta —después de seis años— de Royal Blood a la Argentina fue todo eso que esperábamos y un poco más. El dúo originario de Brighton se presentó en C Complejo Art Media en el marco de su gira latinoamericana y ni el paro de colectivos, ni el hecho de que el recital sea día de semana pudieron arruinar la velada.

Una playlist que incluía Arctic Monkeys, Rage Against the Machine, Iggy Pop, Tame Impala, Kasabian, Foals y Queens of the Stone Age ya generaba en cantos y tarareos. Reinaba la sensación de estar en el lugar correcto. Las luces ya s apagan, la música clásica es la intro perfecta para estas bandas que se caracterizan por generar agite: el elegido esta vez fue la Suite de Cello de Bach. “¿Están listos para el rock n roll?”, arengó el bajista y cantante Mike Kerr. ‘Boilermaker’ y ‘Out the Black’ fueron las dos patadas iniciales que hicieron temblar a todo el recinto. En la segunda, paran y el baterista Ben Thatcher baja a saludar a los fans; diez años después de su álbum debut, este momento ya es un clásico de sus shows.

Esta nueva gira los tiene presentando dos discos: Typhoons (2021) —lanzado en plena pandemia y con temas producidos por Josh Homme— y Back to The Water Below (2023). Con un Mike que ya lleva cinco años sobrio, las letras son más vulnerables, y en vivo se acompañan con un ‘tercer’ Royal Blood, Darren James, que entra y sale entre canciones. En ‘Pull Me Through’, su piano le da el toque dark y hasta parece un tema de Radiohead (el vídeo oficial refuerza esta teoría). Mike le tira unos puños a la distancia y baila en un ring imaginario antes de arrancar ‘Trouble’s Coming’, una de las canciones más ‘dance-rock’ del conjunto.

Quizá estos nuevos sonidos causaron el reemplazo del pogo por un headbanging más chill durante el segundo tercio del show: desde el entrepiso, donde están el bar y las mesas para mirar el show sentado, en la mitad trasera se podía apreciar varias pantallas encendidas, algunas filmando el concierto entero o grabando algún vivo. El costado lateral, cohibido por las columnas, se mantuvo inmutado hasta ‘Little Monster’. El único lugar donde hubo pogo constante fue el centro delantero.

Esta escena infectó, sobre el final, a todas las ubicaciones del público. ‘How Did We Get So Dark?’, ‘Loose Change’ y ‘Figure it Out’ sacaron a relucir la postal que todos los artistas se quieren llevar de Argentina: riffs coreados, rondas enormes y muchas caras eufóricas. ¿La joyita? ‘Hook, Line & Sinker’, que sonó por primera vez en los siete recitales que van en el año. No estoy seguro de que existan los “shows perfectos”, pero Royal Blood nos mostró algo que se le parece mucho.

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