WOS EN RACING: RECORDAMOS QUIÉNES SOMOS, QUÉ QUEREMOS

Nos aferramos a los rituales porque es lo único que tenemos

Fotos: Nicolás di Chiara

El 21 de marzo de este año Wos lanzó Descartable, su último disco. Un material que venía gestándose desde tiempo, y del que tuvimos pequeños adelantos estos últimos meses con ‘Morfeo’ y ‘Arrancarmelo’, entre otras canciones. Un pequeño texto acompañó el anuncio: “Frente a la evidencia de lo descartable, nos queda aferrarnos a nuestros rituales para permanecer en sintonía con lo que resulta sagrado para cada uno. De ese sentimiento brota la necesidad de pararse al margen del mundo que conocemos, de entenderse a uno mismo como un mundo aparte y de preguntarse si hay algo más, si algo queda y en definitiva, si algo importa”. La portada traduce este sentimiento al lenguaje visual: unos círculos dividen un mundo, el industrial o prefabricado, de otro, en el que hay un cielo que no aún no está despejado, pero podría estarlo. En el borde se paran las personas, estamos en el mundo exterior, pero miramos hacia el mundo descartable, nos tienta saltar hacia su vacío.

Zygmunt Bauman hace más de 20 años habló de la modernidad líquida, en contraposición a la solidez que caracterizaba los vínculos sociales y las interacciones en el pasado. Había ciertas estructuras que en el siglo XX eran opresivas pero también, en cierto punto, tranquilizadoras, al definir lo que había que hacer y lo que no. Al no haber lugar para la innovación, tampoco habría lugar para la angustia. Sin embargo, con el comienzo del siglo XXI —época que coincide con el nacimiento de artistas como Wos, y de toda una generación que lo acompaña— las narrativas comienzan a bifurcarse. Esa liquidez de la que hablaba Bauman ahora ni siquiera puede pensarse en términos de contraposición con el pasado: hay tantas voces hablando al mismo tiempo, tantos cursos de acción posibles, que el individuo sólo parecería tener dos opciones: la saturación o la resistencia.

En este contexto, un disco como Descartable se revela sumamente necesario. Se trata de un álbum que busca reafirmar esta realidad, y al mismo tiempo contraponerla. No podemos negar la época en la que vivimos, pero sí podemos establecer tácticas de resistencia. El lugar elegido para la presentación fue el Estadio Racing, en Avellaneda. Y la puesta en escena fue de otro planeta: unas estructuras estilo industrial enmarcaban el escenario, las visuales hicieron que el show se viera a la perfección incluso desde muy lejos, y los músicos —como acostumbran— tuvieron una interpretación impecable: Fran Azorai en teclados, Natasha Iurcovich en bajo, Tomás Sainz en batería, y Facundo Yalve o Evlay junto a Chipi en guitarras. 

El rap sigue presente, pero un poco eclipsado por el rock

El setlist, como no podía ser de otra manera, comenzó con ‘Nuevas Coordenadas’, tema que también abre el disco: “Hoy es momento de otra sudestada, despierta el viento en nuevas coordenadas”, canta Valentín. Funciona como declaración de intenciones y marco a partir del cuál debemos leer tanto las canciones del disco como esta nueva etapa en la vida del artista: a pesar de los cambios que puede traer, el ideal es seguir hablando desde la periferia, desde el sur, el sur global como territorio y a nivel artístico. El rock es una gran herramienta, con ese interés casi innato que tiene, en su versión más disruptiva, de ir en contra de lo mainstream y de decir aquello que en otros géneros es prácticamente imposible: una cierta forma de la verdad.

Este disco tiene muchísimo rock, y la presentación tuvo también esa vibra. Canciones como ‘⅞’, ‘Luz Delito’ o ‘Que se Mejoren’ eran amplificadas por el diálogo que había entre el público, que no dejó de poguear en ningún momento, y los músicos. Una banda que, en su mayoría, lo acompaña desde sus primeros shows y son parte vital de la puesta en vivo. También, por supuesto, son los responsables de que el rap siga presente, pero un poco eclipsado por el rock. 

Ca7riel se subió al escenario para ‘Niño Gordo Flaco’, Dillom en ‘Cabezas Cromadas’ y Natalia Lafourcade en ‘La Niebla’, una de las canciones más lindas e introspectivas del último disco. El show también tuvo sus momentos de freestyle: el primero acompañado de batería y percusión, y el segundo durante ‘Cambiando la Piel’, en el verso de Nicki Nicole, quien no pudo acompañarlo en esta ocasión. 

Wos se tomó el tiempo de agradecer a su público por ir y, como muchos vienen repitiendo en los últimos meses, por el esfuerzo monetario que implica pagar una entrada hoy en día. A lo largo de la noche no fueron pocos los momentos en los que el estadio se unió al ritmo de “el que no salta votó a Milei” o cánticos similares. Wos no se pronunció al respecto, no explícitamente, parece innecesario pedirle a un artista sumamente comprometido a nivel musical con la realidad política de su país que haga otra cosa. Con las canciones, que son enormes y sumamente necesarias, el trabajo está hecho.

Creo que la clave para entender esta nueva etapa de Wos y todo lo que rodea a este fenómeno está en ‘Quemarás’, la canción que comparte con el Indio Solari, y otro de los momentos culmines del show. “Quemarás el dolor, en el fuego más sagrado de hoy (...). Y buscarás esa voz que te recuerde para siempre quien sos”. En un mundo descartable como el que refleja el disco, quienes ejercen la resistencia se convierten en partícipes de algo mucho más grande. Y en esa participación hay mucha soledad. “Este disco, entre otras cosas, habla de la necesidad de los rituales, (...), esos rituales propios que nos conectan con lo más importante para cada uno. Y en tiempos donde se pone densa la cosa, acudir a esos rituales. Uno de esos, que me dan ganas de vivir es este, que estamos construyendo esta noche”, afirmó Valentín durante el show. 

Pero al participar de la resistencia también hay algo de lo colectivo, también hay mucho encuentro. A través de la música nos conectamos con el artista, y con un grupo enorme de personas que comparten perspectivas sobre el mundo, sobre el amor y sobre el arte. Wos, aún desde el mainstream, sigue representando a la periferia. Y este show en Avellaneda hizo aquello de lo que hablaba el Indio en esa canción sublime: recordarnos quienes somos.

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