La primera discusión aparece desde el inestable terreno de la sensibilidad, del grado de sensibilidad artística con el que un hombre propone, compone y crea. Porque parece ser fácil decir que ni Jaime James, el titiritero; ni LOUTA, el títere; son machos. Es como decir que Spinetta no era un macho, como decir que Luca Bocci no lo es. Se presenta la música como un resultado que nunca podría venir de un «onvre», sino de un tipo delicado como creador. Todos los hombres lo sabemos: del lado de los agresores o de los agredidos, todos hemos pasado, en algún momento de nuestras infancias y adolescencias, por el “no seas llorón” y los insultos de puto y mariquita para los chicos demasiado sensibles. Ahí encontramos el primer rastro de cómo aquello que entendemos por «sensibilidad» se opone a la construcción hegemónica del varón. Pero, en realidad, ¿qué es ser sensible? ¿qué es lo que irrita a lo masculino dentro de ese término? Porque mencionamos arriba el ejemplo de Bocci, por lo bonito y suave su obra, quien se vio envuelto en una serie de denuncias por abuso sexual. Años después, un tipo capaz de crear diversas y profundas emociones en su música, reconoce: “dije que no abusé a nadie, porque no tenía idea lo que era abusar”. Entonces nuestras preguntas se aceitan y se vuelven más precisas: ¿para que nos qué sirve portar, ejercer, buscar una masculinidad no hegemónica si eso no nos asegura dejar de reproducir violencias?, y luego, ¿por qué tendemos a relacionar; a los músicos en particular y los artistas en general, que muestran una capacidad creativa alternativa; con ser sensibles afectivamente y, por eso, opuestos a lo masculino?
Todo esto para pasar a pregunarnos, si en Wos leímos algunos versos, y en Paco Amoroso nos preguntamos por su cuerpo y su efecto, ¿cómo leer a Louta? ¿qué buscar en él?
“LOUTA ROMPE CON LOS AGENCIAMIENTOS, LAS TOMAS DE PALABRAS, PERFORMANCES GENÉRICOS DE Y EN LOS GÉNEROS MUSICALES”
En la que debe haber sido una de sus primeras entrevistas le preguntan: “El homoerotismo también palpa en tu performance, ¿lo hiciste por algo en especial?”. Jaime James responde: “Pasó sin que me diera cuenta, pero está bueno. Un par me dijeron que garpaba que fuera gay. Sin embargo, es uno de los personajes que salen.” El show que LOUTA ofrece cada vez que se presenta es una demostración de aptitudes y atrevimientos bastante inédita. Vamos a tomar la pista de esa respuesta y exagerar: pensemos en la posibilidad de la aparición de pequeños momentos, instantes, donde el personaje que es LOUTA da la impresión de mostrarse agenérico. Hay, si las forzamos, pequeñas insinuaciones en algunos versos como “me dicen fea”, “alto uach” o la imprecisa pronunciación de la última vocal del verso “y si me ves convencido” en ‘COCO SHANEL’. También, la discreción de que sus canciones románticas como ‘PALMERAS’ y la ‘Bzrp Music Session’ no tengan marcas de género para le destinatarie. Es posible encontrar esas insinuaciones y guiños en algunos pasos de danza, en algunos de sus gestos. Parece esfumarse su precisión genérica; que pasa a ser la del caracol, del suspiro, o la del escopetazo; con tanta velocidad como naturalidad. Por momentos, alcanza una indistinción, una indecidibilidad, que es evidente cada vez que alguien pregunta, en vez de quién, ¿qué es LOUTA? Una indeterminación que se muestra cada vez que alguien dice que LOUTA es una idea, una performance, en vez de un cantante, un músico.
Desde de la tradición romántica que el artista se nos presenta como hombre sensible que difiere, entre ortas cosas, del mandato masculino. Se considera y se lo considera portador de una serie de valores que el mundo en general, y los hombres en particular, no poseen. Esos valores suelen ser los de la sensibilidad, la emoción, la creatividad, la ternura, la delicadeza. Un complejo entramado discursivo de romantización del arte y del trabajo artístico, de valoración positiva de los artistas y creadores, están funcionado para que hoy nos preguntemos si los artistas pueden proponer líneas de fuga para la masculinidad por el simple hecho de ser artistas. Pero quizás ese hoy ya esté desactualizado. Quizás la ola de escraches que hemos visto en estos últimos años nos muestren, nos ayuden a tomar consciencia, que la capacidad de ser creador de un trabajo artístico (y deberán perdonarnos que le depositemos tanta confianza a la palabra arte y sus derivados en esta nota) no tiene ninguna relación al final con una masculinidad no hegemónica. Y en caso de que la tenga, que no trae necesariamente una masculinidad no violenta. Porque las coordenadas de constitución que hilamos en la construcción masculina dan un complejo entramado que no se desarma fácilmente.
Tendemos a hacer una relación entre géneros musicales y género a secas. Y aunque esa relación debe ser cuestionada, vamos a aprovecharla ahora. En el pasado Festival Buena Vibra, el chileno Alex Anwandter dijo: “ahora vamos a tocar una canción con mucha masculinidad, con muchos solos y mucha guitarra, muy rockera”. Y sin embargo, los momentos rockeros del festival lo pusieron las mujeres, con Marilina Bertoldi como abanderada. Porque lo que hay son agenciamientos, tomas de palabras, performances genéricos de y en los géneros musicales. Es eso lo que LOUTA parece en momentos romper.
Los versos de “somos tan intensos que no queda nada/ somos tan perfectos, no me importa nada/ somos tan intensos/ y esto es tan perfecto/ dame lo que quieras que yo estoy enorme” me parecen malos. Insertados en cualquier otro contexto musical, vocal y performático, me disgustarían. Si los escuchase en boca de algún rockero, probablemente haría un comentario sobre la masculinidad y el autoestima. Pero LOUTA encuentra el ajuste musical para cantarlo y que la frase funcione. Esa justeza del sonido es imposible de entender sin pensar en su puesta en escena y el personaje que Jaime James ha creado. LOUTA encuentra la forma de desvestir sus enunciados y darles forma dentro de un todo artístico ecléctico, sencillo y, a la vez, complejo y ruidoso. Sin embargo, su creación también es suave, diversa, y en algunos instantes, puede volverse digresora y desarmar los géneros, como con leve ironía lo marca en ‘CHOCOLATE’: “Una base de Miranda para el rock/ una frase de Atahualpa para el pop”.