ISLA DE CARAS Y EL VALOR DE LO INEXPLICABLE

El Konex, un planeta aparte

Pocas son las sensaciones que se comparan a volver a vivir un recital como los de antes. Luego de más de un año de pandemia, y varios meses respetando los más estrictos protocolos, poco a poco podemos volver a escuchar música en vivo de la manera en la que estamos acostumbrados. Es el signo que evidencia el fin de esta pesadilla, y el comienzo de algo completamente nuevo. Me atrevo a decir que darle la bienvenida a esa nueva realidad a través de la música es de lo mejor que podríamos hacer. Isla de Caras fue una de las bandas encargadas de recibir esta nueva etapa de nuestras vidas, con un show en el Konex tan bello como movilizante. 

Los presentes parecían poder sentir físicamente lo que transmitían las canciones

‘Una Caricia’ fue la puerta de entrada perfecta a este universo. Comenzaba un viaje que mantendría a todos los presentes hipnotizados durante más de una hora. Esta canción le da nombre al último álbum y resume perfectamente la esencia del mismo. El final es contundente: “¿Desde cuándo el silencio tiene miedo de mí?”. Se lo pregunta Lautaro Cura, frontman, y nos lo preguntamos nosotros. Casi sin darnos tiempo a pensar en una respuesta coherente el grupo dio inicio a ‘Partenaire’, el segundo tema del disco. El efecto que produce la combinación de ambos tracks es contundente: dialogan entre sí, como si se tratara del testimonio de un solo personaje hablándose a sí mismo en distintos momentos de una relación. ‘Una Caricia’ podría interpretarse como el pedido desesperado por generar alguna reacción en el otro ante la propia partida, sin conseguirlo. ‘Partenaire’ funcionaría como la secuela de esa situación, en la que los caminos de ambos parecen nunca cruzarse del todo. Como dos polos opuestos, que se atraen y se repelen, no pueden ya nunca más unir sus vidas. Y el narrador vuelve a desaparecer. 

No quedan palabras para describir la magia que generó la banda sobre el escenario

Los temas de Chango (2018) no podían quedarse fuera del setlist: ‘Tiempo’, ‘Latas de Cerveza’ y ‘Nada Acá’ fueron algunos de los elegidos. Los presentes parecían poder sentir físicamente lo que transmitían las canciones: brazos en alto, ojos cerrados, sonrisas enormes y abrazos entre grandes grupos fueron algunas de las formas que encontraron de expresar lo que pasaba por su cabeza y su corazón. Entre el público había una sensación de camaradería solo comparable a lo que sucedía en los conciertos previos al confinamiento, lo cual volvía todo mucho más emocionante. 

Muchos fueron los músicos en escena: más allá del cuarteto había cuerdas, coros, percusión y hasta una trompeta. A nivel sonoro la combinación fue increíble, generando que las canciones adquieran una magnitud y una profundidad que las volvía tremendamente grandilocuentes. Si a esto le agregamos las letras (y el hecho de que, por lo general, los espectadores tienden a prestarles mayor atención si las escuchan en vivo), no quedan palabras para describir la magia que generó la banda sobre el escenario. 

El Principe Idiota (frontman de Mi Amigo Invencible) acompañó a Islas en una hermosa performance de ‘Me Avanzo’. Clara Cava se sumó en ‘La Chica del Verano’ (en una versión un poco más rockera) y Justo Fernandez Madero (vocalista de Silvestre y la Naranja) junto a Delfina Campos en ‘Todo el Universo’. 

Otras dos canciones interpretadas según el orden original del disco fueron ‘Los Dientes’ y ‘Tan Cerca’. Teniendo en cuenta la clara referencia a la cercanía que ambos títulos sugieren resulta interesante aplicar las letras a la situación que estábamos viviendo todos esa noche. Una frase del primer tema es claramente ilustrativa en este sentido: “Cuando yo te mire de cerca vas a brillar como brillo”. Hacía tiempo que no estábamos tan cerca, y la luminosidad que emanaba la banda a través de la música se adhirió a todos los presentes. No exagero si digo que, al terminar el recital, todos salimos brillando. 

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