En su quinta edición, el ciclo que propone mezclar bandas emergentes con algunas más consagradas vio a tres grupos de una distancia musical muy grande converger en el mismo espacio y generar el mismo interés del público cada vez que salieron al escenario. La transformación que sufría el ambiente siempre que un grupo distinto asomaba a tocar contagió a la gente que entendía y apreciaba a su manera a cada proyecto que pasó.
La primera banda designada era Pyramides, proyecto de post-punk muy interesante, con dos trabajos editados: Pyramides (2014) y Vacíos y Variables (2017). Ambos se reflejan bien en vivo, son oscuros, muy fieles al género, desde las letras, las voces y la instrumentación. La sala de pilares del Konex se ahogó en el sonido del post-punk mientras empezaba a acomodarse la gente. Algunas canciones más adelante Facundo Romeo se sacó la campera y quedó de remera blanca y pantalón negro, más suelto. Por momentos recordaba a Vladislav Parshin de Motorama, física y musicalmente.
El show de los Pyramides se vio marcado de manera melancólica por ser el último del tecladista que los acompaña en vivo, Hernán Molinari, ovacionado al momento de comunicar su partida, alegando cuestiones musicales. Un par de temas más adelante se sumaría Mora Riel para ayudar en ‘Ecos’, canción donde colabora en el más reciente disco. Para este punto la gente ya estaba cómoda, quienes no los conocían le habían encontrado la vuelta y el ambiente era de asombro y descubrimiento para unos y de expectativas cumplidas para otros. Casi sobre el final ‘Caoscalma’, terminó de enganchar a los indecisos y preparó el terreno para el final. La agrupación se fue aplaudida y dejando en claro las intenciones de la noche: mostrar la gran variedad y talento que puede haber en la escena, no todo tiene que ser rock/pop psicodélico y esta velada sería la prueba.
Después del show, un pequeño tiempo para tomar algo y relajar. Me serviría para saber todo lo que necesitaba de quienes no conocía de la noche: Los Siberianos. La única que desconocía y la que sería por lejos la revelación, la sorpresa, la que se llevó toda mi atención. Sabiendo que le había abierto a Los Espíritus un par de veces, la emoción era lógica, pero al enterarme de que había gente que fue solo por verlos a ellos me terminé de convencer de lo que serían capaces una vez arriba de la tarima. Una vez listo todo, el mood se alteraría y la oscuridad de los sintes y el fuerte bajo del post-punk se verían reemplazados por un blues rock clásico cargado de riffs, solos, coros armoniosos y letras de lo más lógicas para el sonido que producían. Siberianos jugó con su puesta en escena, sus sonidos y visuales e instalaron un ambiente único que, personalmente, me encontraba constantemente sonriente y deslumbrándome por lo que veía. Si tuviera que recomendar una banda «a mirar» este año, sin dudarlo serían Los Siberianos. Una sorpresa no tan grata que me llevaría sobre ellos luego es la poca accesibilidad que hay a su música, que solo se encuentra parcialmente en Bandcamp y Spotify: habrá que ir a verlos cuando se pueda entonces. La formación de La Pampa dejó la vara por encima de lo esperado, dando un cierre agitado e hipnótico con el tema ‘Gypsy’, que le derritió la cara a todos.
De nuevo la pausa para escuchar las impresiones de la gente y todos coincidimos en que Los Siberianos habían dado el golpe: nada le faltaba en comparación a sus pares de la noche. Espero realmente que esta noche sirva para terminar de disparar al grupo y que se instale como una de las potencias locales.
Como plato fuerte Atrás Hay Truenos siempre será una buena idea. Los neuquinos radicados en Buenos Aires cuentan con tres discos, siendo el más reciente, Bronce (2016), el más atrevido en lo que a instrumentación respecta. Atrás Hay Truenos toca indie rock y shoegaze, riffs bañados en pedales o melodías suaves de la voz de Roberto Aleandri. Los temas de Truenos o agitan e invitan a perderse en ellos o bajan algunos cambios y relajan todo con armoniosos acordes y suaves bombos que crean un momento casi de cuna. Un viaje a mil por hora o un coro de ángeles. Canciones como ‘Para siempre’ dan paso al coreo de la gente y otras como ‘Cara de mapa’ los invitan a bailar y soltarse por un rato. Mientras avanza el show más juegan con esta dualidad y logran cerrar la noche de manera perfecta, ideal, a pesar de que se sintió que daba para un rato más.
Lo que mostró este Indie Go tanto en curación como en producción me deja confiado de que la próxima selección de bandas dejará ver, una vez más, cuánta variedad realmente hay en la escena. Este tipo de espacios son fundamentales para la constante exposición, y la sorpresa que me llevé con Los Siberianos muestra que todavía hay mucho por descubrir.