Cuando en el 2017 salía Harry Styles, el primer disco del ex miembro de la boyband británica One Direction, quedaban muchas cosas claras: no quería ser más el ídolo teen pop de su banda anterior —una imagen a la que, posiblemente, siempre vivirá condenado—, tenía buenos planes en mente y una perfecta ejecución musical.
Dos años después llegó Fine Line (2019), el álbum que marca un paso más en su carrera solista. Con 12 tracks de títulos atractivos, Harry Styles se embarca en una divertida y pegadiza historia donde cada tema es un mundo en sí mismo. Sus singles ‘Adore You’, ‘Watermelon Sugar’ y ‘Lights Up’ son lo más fuerte del disco —no por nada fueron elegidos como su carta de presentación—, si bien pequeñas gemas de una alegría vintage pop se encuentran en canciones como ‘Canyon Moon’.
Gráficamente hablando, el álbum es exquisito: las fotografías al mejor estilo The Byrds en Mr Tambourine Man (1965), unos outfits que mezclan lo mejor del ‘70 con tendencias actuales, los títulos en la fina pero segura tipografía Champion Gothic y unos videos que acompañan y refuerzan la estética general arman un mundo ideal. Musicalmente está bien armado, manteniendo casi el mismo equipo de producción que su anterior obra, es coherente y no suena forzosamente a una época pasada, lo que en términos de evolución es un punto a favor.
“EL TRABAJO ES UNA BUENA DESCRIPCIÓN DE LO QUE HARRY ES COMO PERSONA: OPTIMISTA, CÁLIDO Y AMABLE”
Algunas canciones bien podrían pertenecer a las últimas épocas de One Direction —Made in the A.M. (2015) podría tranquilamente mezclarse con éste álbum—, y otras tienen arreglos musicales interesantes que le dan una atmósfera envolvente alegre y amistosa, aunque él haya asegurado que el álbum era “todo acerca de tener sexo y sentirse triste”. El uso de coros como en ‘Golden’ es, sin duda, un elemento que se repite y funciona en todas las piezas. En general, el trabajo es una buena descripción de lo que Harry es como persona (o, al menos, públicamente): optimista, cálido y amable.
Manteniéndose dentro de un género que muchas veces repite fórmulas incansablemente, el artista de Holmes Chapel tiene algunas cosas nuevas para dar y juega con la música como lo hace con sus outfits. En este trabajo, a diferencia del anterior, se preocupó menos por seguir a sus ídolos musicales y se permitió experimentar un poco más, aunque sea tímidamente, en temas como ‘Sunflower, Vol. 6’, con resultados muy satisfactorios. Y aunque a veces dicha experimentación no termina de estar pulida del todo, como el caso del coro gospel de ‘Treat People With Kindness’, se aprecia el intento y es sin duda un paso en la dirección correcta.
El retroceso más grande que tiene Fine Line es la lírica: en su primer álbum, Harry mostraba potencial, pero se hundía en un manotazo de ahogado por ser Stevie Nicks, mientras que en este probablemente surfea su desesperación por ser David Bowie, cayendo en unas metáforas poco felices, letras demasiado literales y una falta de habilidad descriptiva que pueden ser resultado de muchas cosas, pero no de la poesía.
Quizá la mayor virtud y el peor error de Styles es su ambición. Es ahí donde se ahoga intentando ser algo distinto, pero al mismo tiempo algo igual, buscando hacer el mejor álbum de su vida, pero logrando simplemente un entretenido y cálido segundo álbum que falla en algunos lugares.
En conjunto, Fine Line es una buena puesta musical, aire fresco para el pop y un regalo de fin de año que endulza los oídos de los que escuchan. Harry, te queremos.