Fotos por @acorazonada
La segunda jornada del Lollapalooza estuvo caracterizada por haber dado lugar a algunas de las presentaciones más heavy, rockeras y profundas de todo el festival. Mientras Tate McRae y Panam se preparaban para salir a escena en sus respectivos escenarios, WOS tomaba por asalto el Samsung Stage. El artista ya había participado de la edición 2022 de Lollapalooza. Aquella vez tocó por la tarde mientras se ponía el sol y antes de los platos fuertes. Esta vez, él fue uno de ellos.
Desde el comienzo con ‘Descartable’ y ‘⅞’, el músico de Villa Crespo puso a toda la gente a saltar. Desde la valla hasta el fondo, la marea humana se cargaba de energía con cada rima que bajaba del escenario. ‘Niño Gordo Flaco’, canción que editó junto a Ca7riel, y ‘Luz Delito’ mantuvieron la línea planteada desde un comienzo: muchos talentos desfilaron por San Isidro el fin de semana pero WOS es distinto.
Tiene las melodías, tiene el groove, tiene personalidad, hasta tiene la base cuando quiere con su beatbox pero, sobre todo, tiene un mensaje. “No hables de meritocracia / me da gracia / no me jodas / que sin oportunidades esa mierda no funciona”, canta en ‘Canguro’, certero tema de su disco Caravana (2019). No sé si se pueda ser más explícito que eso. Antes ya habían sonado ‘Morfeo’ y ‘Que Se Haga Tarde’.
Hoy, que el éxito entre el público y la industria parece ser exclusivo de una versión chiclosa y pornográfica de ritmos centroamericanos, WOS es el más argento. Canta como habla. Habla cantando. Quedó claro cuando comenzó a sonar ‘Arrancármelo’. Seguramente ya nunca más se puedan separar esos videos de Messi ganando el Mundial de aquellas palabras: “Y no tengo pensado / hundirme acá tirado”. Una canción impecable para el momento más emotivo del show.
‘Alma Dinamita’ dio paso al freestyle, territorio en el que el cantante pisa fuerte con el poder de su improvisación. El duelo (o más bien dúo) de WOS haciendo beatbox y Tomy Sainz en la batería fue de lo más impactante. Ahí radica gran parte del éxito de este acto: en la banda que lo acompaña. Destacándose la personalidad de la bajista Natasha Iurcovich y la actitud de Chipi Rud, una de las mejores guitarristas de la escena actual. Vale la mención también para un equipo de producción que trabaja a destajo para elevar la vara con cada presentación.
La función empezó a llegar a su fin con ‘Culpa’ pero aún quedaban piezas que ya son clásicas como ‘Púrpura’ y ‘Cambiando la Piel’. Lo asertivo de su discurso se mantuvo hasta la última frase de la última canción de la noche que fue ‘La Cochería’: “Entre amigos que saben querer / estamos tan bien / que no hay bala que pare este tren”.
Y creo que tiene razón porque más allá de sus jóvenes veintisiete años, Valentín (así se llama), ya está entre los más grandes. No solo por su talento o destreza sino porque, además de todo esto, es un pibe genuino que siempre se muestra sencillo. Combativo pero humilde, capaz de aceptar que allá arriba “no hay nada más que la vida”. Y en ello radica la grandeza.