“No me des valor de más”, canta Ed Maverick en la primera canción de La Nube en el Jardín (2024), su último disco. También fue el tema con el que decidió abrir su show en el Auditorio Belgrano. “Y tu voz ya no me halague, pues el ego se enaltece. Y algo en mí crece. Que no es amor”, continúa. Un motivo constante en la obra del artista, que podemos rastrear en su propia biografía: el vínculo con el reconocimiento masivo, y la sensación de que eso que creemos que es él es una mentira. Porque en el fondo, lo es.
“Solo soy una idea más dentro de tu sube y baja”, cantó en ‘Nube Gris’, otro de los temas pertenecientes al nuevo disco y tocados dentro del primer bloque del show. Nuevamente, la sensación de no existir más allá de la propia construcción que tenemos de él. Percepción que se acentuaba por la puesta en escena: solamente él en el escenario, un par de guitarras y largos trozos de tela blanca que se movían a su alrededor.
Se trató de un show hecho para ser experimentado en un teatro. Su voz, sumamente característica, llegaba a tonalidades inexplicables. No solo por la calidad sonora, si no por la propuesta misma de las canciones: la intimidad y la sensación de pequeñez que provocan no se hubieran sentido de la misma manera si el público estaba parado.
Ed ha afirmado varias veces que no le gusta que la audiencia hable en los shows, o le grite cosas. Algo que, dado todo lo mencionado anteriormente, tiene muchísimo sentido. Si bien en esta ocasión no faltaron gritos, carteles y ovaciones, sí hubo mucho respeto. Un respeto que en ocasiones rozaba el silencio absoluto. “Aquí es muy difícil leerlos, y eso me hace sentir bien”, afirmó Ed al final del primer bloque. “Todo el show que acaba de suceder, es muy difícil de leer si les estaba gustando o no. Me siento como si estuviera tocando por primera vez, y eso es muy precioso”.
“Son el público que he querido toda mi vida”
El segundo bloque estuvo dedicado a las canciones viejas. En un acto que sumó a la intimidad que estábamos viviendo, tomó un fibrón y un papel y le preguntó al público que canciones quería escuchar. A medida que los gritos se acumulaban, fue escribiendo un orden de cinco canciones. Obviamente, no faltaron las clásicas ‘Ropa de Bazar’, ‘Acurrucar’ y ‘Fuentes de Ortiz’. Estas dos últimas, aún siendo las más conocidas, fueron tocadas en un volumen mucho más bajo por el artista. Lo que provocó que el público las cante casi en un susurro.
“Aquí han sido muy respetuosos. Son el público que he querido toda mi vida”, afirmó. Definitivamente, fue un show sumamente especial.