CUANDO LA FAMILIA SE ADUEÑA DEL FESTIVAL

El Festival Nuestro fue una propuesta a puro ritmo nacional, mates y ¡que sea rock!.

Con una propuesta muy variada, el Festival Nuestro reunió, en su cuarta edición realizada en Tecnópolis, a las bandas más representativas de diversos géneros. El extenso predio tuvo, además de música en vivo, actividades para toda la familia como juegos infantiles, espacios de circo, de gastronomía y de mate, pero también patios cerveceros y talleres de serigrafía.

El festival lo abrieron Luceros, más tarde Sol Pereyra, que en una improvisada invitación también acompañó a Eruca Sativa. Además, Perotá Chingó, Bicicletas y Los Huayra fueron los encargados de musicalizar una tarde nublada mientras los más tímidos iban copando el predio.


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Cuando el sol caía y había más gente de la que se puede contar, El Kuelgue subió al Escenario Churro y logró apaciguar la corriente helada con una música tan pegadiza como bailable. Lentamente, fue llegando el resabio de público que dejó El Bordo en el Escenario Rock, tal vez por la atractiva propuesta del carismático Julián Kartún. Además del rol de cantante, su personalidad en escena lo convierte en uno de los frontman más celebrados tanto por el público como por colegas.

El Kuelgue dejó de ser tan solo un recital para convertirse en un espectáculo en donde todo puede pasar: humor, improvisación y un constante ida y vuelta con la gente. Bajo las tablas, todos tienen los celulares en mano para registrar cada paso de comedia de Kartún, que juega como un niño con el humo, desaparece de la vista de todos y segundos más tarde asoma un brazo, luego una pierna y por fin emerge su silueta para demostrar que él está sobre el escenario.

En poco menos de una hora de show y con una lista que dejó satisfecho tanto al público habitual como al extraño que recorría el predio y decidió detenerse frente al Escenario Churro, el grupo demostró que un lineup sin El Kuelgue no es un festival, y confirmó que los venues porteños en donde acostumbraban presentarse ya son chicos, y de ahora en adelante necesitan estadios. Por lo tanto, en menos de tres meses, el sábado 4 de agosto los espera Obras, el templo del rock, y seguramente no falte mucho para que Kartún y compañía lleven su música a los estadios de fútbol.


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Una vez finalizado el recital, comenzaron las corridas hacia el Escenario Rock, todos sabían la importancia de la próxima hora y media porque era la última presentación del año de Ratones Paranoicos y nadie podía ausentarse.

El movimiento rollinga estuvo presente con un público muy diverso, desde las generaciones que fueron parte del crecimiento y despegue de la banda de Juanse, así como los que entraron al mundo stone una vez consolidada la formación, pero también los jóvenes que descubrieron la música de los Ratones Paranoicos luego de su separación en 2011.

El extenso recorrido discográfico les permitió ir y volver en el tiempo, en un viaje musical que rememoró las épocas de presentaciones en antros que dejaron de existir y también los toques multitudinarios. Para los integrantes fue solo una despedida más, porque saben que la vuelta siempre está en los planes. Por lo pronto, se espera un nuevo material de Juanse con su proyecto solista y en 2019 un reencuentro con los Ratones Paranoicos.

El grueso de la gente aguardaba por la banda mas convocante de la fecha, La Beriso, pero aún faltaba media hora porque sobre el Escenario Churro, Onda Vaga comenzaba su set.

A pesar de los breves inconvenientes de sonido durante los primeros minutos, los músicos respondieron con uno de los shows más memorables del día. Y no resultó extraño, los integrantes entendieron a la perfección el espectáculo que querían dar, cómo transmitirlo y de qué forma debían manejar los climas. En la multitud sucedía algo similar, si bien predominaba la falta de relaciones interpersonales entre ellos, afloraban conexiones y movimientos coordinados simultáneamente al ritmo de las melodías que llegaban a sus sentidos.


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Las cercanías de las diversas propuestas gastronómicas, sectores de peluquería, tatuajes y merchandising parecían pequeños pueblos fantasmas y había una explicación. También hubo espacio para la fusión de géneros: porque no todo es rock en la vida, el Escenario Urbano tuvo sus presentaciones de trap de la mano de Emanero con su 'Nos vemos en Disney', Mala JuntaMaikel Delacalle, entre otros.

El plato fuerte del festival estaba en el escenario Rock.


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Familias completas con hijos muy pequeños esperaban impacientemente por La Beriso, pero otros, los desconocidos, los pocos que no cargaban con alguna vestimenta de la formación, también estaban ahí. Tal vez fueron para intentar comprender el fenómeno que genera la agrupación, quizás para darle una oportunidad o, simplemente para luego criticarlos con fundamentos.

El grupo liderado por Rolo Sartorio, que vistió una remera con la cara de Diego Maradona en el mundial de México ‘86, interpretó durante dos horas canciones de su extensa discografía, pero también versionó temas de Andrés Calamaro y Charly García.

Si bien es cierto que La Beriso llenó varios estadios en los últimos años, nunca dejó de frecuentar espacios reducidos de dos mil localidades aproximadamente. Ante eso, Rolo adelantó nuevas presentaciones en Auditorio Sur de Temperley para junio y julio, y el cierre de año el 24 de noviembre en Velez. Pero antes de perderse para siempre en la oscuridad  tomó la palabra y lanzó un frase tan verborrágica como polémica: “Si van a hacer la olla tengan cuidado que hay mujeres y niños. Respetense. Nosotros hicimos que la familia vuelva a los shows de rock. Hoy la revolución es el respeto, no es cortar las calles, no es tirar piedras. Eso quedó en los ‘70”.


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Cuando el Escenario Rock quedó sin músicos, comenzó la desconcentración en Tecnópolis. Si bien el público de La Beriso abandonó el predio, el Festival Nuestro aún tenía vida y un porcentaje importante aguardó firme para los últimos shows de Dancing Mood y Nonpalidece. Los primeros, con Hugo Lobo a la cabeza, pusieron fin al Escenario Churro con otra de las grandes presentaciones de la noche. Concisos y contundentes a la vez, agradecieron reiteradamente el respeto de los presentes y desplegaron una paleta de melodías, arreglos y colores propias de una banda que pone el foco en los detalles para hacer que cada fecha sea especial.

Por otra parte, Néstor Ramljak y los suyos, los máximos exponentes del reggae nacional cerraron el evento al igual que en 2017 con un set más breve del esperado, pero no por eso menos festivo. En las horas previas dio un sin fin de notas y recorrió cada rincón de la sala de prensa con la misma sonrisa que expresó luego en escena. Nonpalidece demostró una vez más que tiene en su cancionero e impronta la fórmula para cerrar cualquier evento masivo.

En su cuarta edición el Festival Nuestro confirmó que es la mejor propuesta en cuanto a música hispanoparlante y variedad de estilos, pero también dejó en claro el espíritu familiar que mantiene desde su nacimiento.

Todas las fotos por Belén De Corazones.

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