Será complicado plasmar en palabras lo sucedido en el Estadio Cubierto. Los liderados por Germán Daffunchio dejaron todo y dieron uno de sus mejores show en años. Se preparan para grabar nuevo material y pararán por un tiempo...
Eran las 8:30 y parecía que el pelotero no se llenaba más. Los vendedores de patys estaban por doquier y el olor a hamburguesa grasosa ya se había apoderado de las plateas y el campo, mientras que los de seguridad simulaban que ponían orden, pero se hacían los distraídos cuando cinco inadaptados decidieron hacer un poco de bolonqui. Súbitamente, en la primera media hora que separa a las 9 de las 10, el Malvinas Argentinas se abarrotó de personas de todas las edades: de la vieja escuela, de los de la Generación @ y de los post-Sokol. Todos unidos. ¡Divididos, las Pelotas!
El recital del sexteto oriundo en Hurlingham fue épico, con una lista de canciones inmejorable, un sonido sin fisuras y una puesta en escena magistral. Todo eso, sumado a la invitación de Gabriel Dahbar, cantante de Cayacanaya, las dedicatorias varias de Daffunchio (sobre todo hacia el carismático Bocha), la tremenda carga emocional que se palpó durante las más de dos horas y media de show y los extendidos bises coronaron un sábado de otoño que (según los mismísimos peloteros presentes) entró sin escalas al top ten de vivos de los últimos tiempos. Si pasó, es lo mejor...
La temática y la vorágine del viaje devenido en montaña rusa en el que se convirtió la presentación de los de zona oeste convivieron a la perfección. No es una novedad decir que los temas que hierven la sangre pertenecen a la etapa Sokol, mientras que los últimos tres larga duración se tiñen de un ambiente mucho más reflexivo, revitalizador y hasta melancólico en algunas ocasiones.
Fue así que 'Basta', 'Desaparecido' (Germán recordó a Julio López), 'Tormenta en Júpiter' y 'Ya no estás' (el primero en memoria al eterno Alejandro) completaron Veinte minutos de felicidad. Ya cerca de las nubes, la segunda parte del ritual pelotero se caracterizó por un mix de tracks que fluctuaron entre los dos trabajos posteriores a la desaparición física del alma mater de todo este asunto. La frescura y la templanza en 'Cuantas cosas', 'Personalmente' y 'Siempre estará' calmaron (y de gran manera) a 5 mil cuerpos colapsados por el frenesí inicial.
Si hay algo que caracterizó a la formación completada por Gaby Martínez, Gus Jove, Seba Schachtel, Tomás Sussmann y el Pollo Gómez Ferrero (principalmente en los '90) fue el reggae clásico en su repertorio de estudio. La seguidilla milimétricamente enlazada por 'Que estés sonriendo', 'Transparente' y 'Si supieras' formaron una «nube de humo simbólica» que llegó hasta las gradas del recinto de La Paternal, e hizo mover a cada cadera que habitara en ese momento el poseído lugar.
Lo mejor es disfrutar el camino y no el destino, y más cuando éste primero es tan incierto: había llegado un punto en el que las emociones estaban en un gran dilema. Como prueba de que Las Pelotas también entienden acerca del corazón, se despacharon con dos gemas como lo son '¿Cuándo podrás amar?' y 'Será', éste último clave en el recambio a nivel banda a principios de milenio. Y para redoblar la apuesta, y con el cuore en la mano, Daffunchio se acordó del "hijo de puta de Mario Benjamín Menendez" en 'Rey de los divinos'. Si existiesen el cielo y el infierno, sabríamos por unanimidad en donde estaría ahora ese personaje siniestro. El grito desgarrador del ex Sumo puso la sangre de los espectadores en el «freezer», a temperaturas impensadas bajo cero.
Dahbar se vistió de Sokol y por diez minutos dejó a todo el mundo patas para arriba. Era cuestión de cerrar los ojos y creer que él estaba ahí. Abrazame Bocha y decime que no te fuiste nunca. El funk en '¿Hola que tal?', el pogo en 'Nunca me des la espalda' y el electrizante 'Día Feliz' anticiparon la bomba nuclear llamada 'Esperando el milagro', una suerte de resumen de lo que es la humanidad desde los ojos de los protagonistas.
"Si la próxima quieren más, pidan dos fechas" lanzó cómicamente Daffunchio, sabiendo a conciencia de que no se trataba de un recital más en la rica historia de la banda. Más allá de las mil especulaciones que se tejieron en torno al presente de Las Pelotas, en concreto solo se habla de un parate pronunciado para trabajar en su décimo primer disco con canciones nuevas.
La «hipnosis» 'Hasta el fondo del río' y el bizarro estribillo 'Yo soy un pato' que se desprende en 'Escondido bajo el brazo' sirvieron para calentar los motores de cara al otro falso final. Corderos en la noche (1991), debut discográfico y por lejos el mejor trabajo de ‘las Peló’, vio como dos de sus hijos eran parte de un repertorio sin fondo visible: 'Bombachitas Rosas' y 'Shine' son tan atemporales, míticos y geniales como lo era el flaco alto que las interpretaba hace años atrás.
"Gracias a todos y todas, nos vamos" fue otra falsa alarma del lobo. El rebaño se había afrontado a escapar nuevamente (de hecho se habían prendido las luces principales), hasta que llegó la hora de Trump. El colorado más odiado del planeta fue esta vez el apuntado en 'Capitán América', la razón que define gran parte de la esencia pelotera desde 1994, año en que lanzaron Máscaras de Sal, la otra gran obra maestra de los del conurbano bonaerense. La silbatina que cerró el telón rápidamente se transformó en un saludo hacia Mauricio Macri. Era tan obvio que eso sucedería como lo es que este texto va a terminar dentro de un par de líneas.
Ya con el festejo consumado, comenzó a caer la ficha de la tremenda piña en la cara que nos habían pegado. Como lo suelen hacer, pero mil veces mejor. A veces, narrar recitales así se vuelve una misión imposible, tan imposible como describir un color a un ciego. Ir a ver a Las Pelotas es todo un polvo, no hay muchas bandas que tengan tanta química, identificación y arraigo con su propio público. Estamos brindando por todo, y más aún porque el Bocha está siempre cuidándonos. ¡Que estés sonriendo!