FACU TOBOGÁN: SER EN LA MÚSICA

De ser punk, a vivir en solitario, a viajar por el mundo: cuando la música es motor, razón y objetivo.

Hay algo en el pelo, las formas y la vestimenta de Facu Tobogán que causa una impresión difícil de volcar en palabras. Quizá sea un niño, quizá un adulto, quizá una mezcla de ambos. Se ríe con sinceridad y en sus movimientos es evidente una torpeza casi infantil. “El pelo me lo corto yo” dice al pasar, haciendo referencia a un pelo perfectamente cortado. “Debería ir a la peluquería, ¿no?”.

Lleva veintiséis años de ser “un chabón que toca música e intenta cuidar y agrandar su espíritu para no morir en el intento de ser un humano normal”. Pero qué es ser normal, sería la pregunta, y si la respuesta no es sencilla, Facu busca simplificar. Quizá, ser normal sea tener un trabajo, una rutina y una exposición a ciertos juegos sociales que implícitamente son aceptados. “No me gusta que me traten mal y trabajar para que me traten mal” asegura ofuscado, pero después agrega “o esas personas que los tratan bien, pero se trata mal a sí mismos”.

“Todos tenemos un ego y nos saca un poco de la realidad”

 

Se le termina el café y da vuelta la taza, como queriendo cerciorarse de que ya no hay nada. Mientras tanto, reflexiona: “los jueves me trato mal” ironiza y se ríe con complicidad, quizá recordando anécdotas de jueves de las cuales solo él y su conciencia serán participes. “Sobre todo porque hay que buscar un equilibrio”. Pero, como astutamente indica, depende de qué uno considere tratarse mal: “sentir pena por mi mismo es tratarse mal. A veces. Por errores, o cosas. Uno no debería tener permitido sentir pena”.

Sabiendo eso, canalizándolo los jueves, también ocurre que de esa pena, de ese sentimiento de desolación que todo ser humano conoce, aparece la inspiración.  “Cuando estoy triste trato de sacarlo afuera, entonces es más fácil. Es verdad eso que dicen que cuando se está triste es más fácil escribir”. Se detiene en su charla y observa al señor que, a pocos centímetros suyo, estaciona. “Me inspiran mucho últimamente las vidas de la gente. Pero la vida real… Como pensar en la vida de una azafata”.

Ser músico implica, y siempre ha implicado, una lucha tanto interna como externa claramente enlazada con aquella “vida real” de la que habla. El propio ego, las críticas, los juicios y la falsedad son condimentos de una receta que no siempre sabe de lo mejor. “Creo que estoy en un ambiente bastante superficial. Es medio irreal, también. Hacer música y que la gente vaya a verme, que canten los temas y todo… El resto, cuando nos fuimos de gira… Esto es una peli”. Quizá añora una normalidad que nunca conoció, donde las cosas son más simples y hay menos fans, menos giras y menos locura social: “está buenisimo, pero todos tenemos un ego y eso nos saca un poco de la realidad. Hay mucha gente que es así, que está afuera de la realidad, y me parece super falso”.

“Me gusta cuando conozco a alguien que no conoce mi banda. Es diferente, para mí y para el otro”

 

Sus orígenes como músico se remontan a la pre-adolescencia donde, instigado por los gustos de su hermano que escuchaba Guns N’ Roses, lo hicieron agarrar la guitarra incluso sin saber tocar. En ese camino de búsqueda de identidad, de un algo, Facu fue punk: “Era bastante divertido, yo era del punk no de los Ramones, sino de los Sex Pistols”. Entre anécdotas de novias, enemigos y códigos, no tiene reparos en aclarar que hoy en día le es muy difícil precisar si el ambiente del punk es o no falso. La línea entre lo sincero y lo careta es muy fina y “me rompió las pelotas”.

La sinceridad parece ser una de las cosas que más valora y su pérdida le afectó: “en un momento me dejó de gustar la calle. No hubo más códigos. Me encerré en mi casa, empecé a ver películas, a escuchar Bob Dylan, toda esa música muy vieja. Me gustó. Y entre las películas y el folk hice algo”. Ese tiempo de introspección, que usó para aislarse de todos y de todo excepto de su propia conciencia, le sirvió “porque también llega un momento que no sabés quién carajo sos, o qué querés ser, más a esa edad”.

Hace ocho años ya que Tobogán Andaluz, banda que formó y que actualmente lidera, recorre los escenarios tanto locales como internacionales. En este tiempo, no solo ha madurado su perfil musical, sino también el objetivo de su producto. “Yo la música la veo más como un mensaje. Hay cosas que ya hice, por ejemplo, ya me la re creí, y no me fue tan bien. Ahora es un ‘bueno, laburemos por el mensaje’. Dejemos algo”.

Las tazas de café están vacías y ya oscureció. Facu se queja de haber visto poco la luz. No, no le tiene miedo a morirse. No quiere que pase, pero no le teme. Y si de morir se trata, duda entre Bob Dylan y Spinetta. Pero morir escuchando ‘Puentes Amarillos’ de Spinetta le parece mejor, sobre todo porque es más larga. Y si en esta simple elección se reflejan sus ganas de vivir, no hace falta nada más que preguntar qué es la música para él: “La vida. Cuando me levanto es esto. Es quien soy como ser humano”. Siempre que haya música, habrá vida.

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