En una nueva piel: más adulto, más maduro, con la solemnidad de quien ya no necesita demostrar nada. Una noche que marcó su evolución y lo consagró definitivamente.
La noche en Cosquín Rock tuvo un protagonista indiscutido. En el año en que el festival celebra su 25° aniversario, WOS se alzó como una de sus figuras centrales. Dueño absoluto del escenario, no necesitó más que su presencia y el vértigo de su música para hacer estallar al público.
Su potencia no radica en efectos externos, sino en la crudeza de su interpretación, en el filo de sus letras y en la intensidad de una banda que suena con la solidez de una maquinaria perfectamente aceitada.
En el horario central de las 19:45, WOS desplegó un show que combinó crudeza y emoción, mientras el público oscilaba entre el frenesí y la entrega total. WOS logró lo que pocos pueden: conquistar al público con su arte puro y auténtico, en una tarde de localía absoluta, como si lo hubieran estado esperando a él.
Acompañado por su “cochería” –su inquebrantable banda, un grupo de amigos y magos de la música que ya desde hace mucho le dan el power necesario arriba del escenario, dándole esa contundencia que lo distingue, al mejor estilo “Rage Against the Machine”– WOS desplegó un setlist que fue tan sólido como vibrante.
Abrió con una relectura de “Las grasas de las capitales”, el clásico de Serú Girán, y de ahí en adelante hilvanó un repertorio que recorrió lo mejor de sus tres discos de estudio, con hits como “Canguro”, “Arrancármelo”, “Púrpura” y “Culpa”, con la voz de Ricardo Mollo. Hubo, además, momentos de alto impacto: Dillom sumándose a “Cabezas Cromadas”, en una relectura de espíritu punk, y un final sin precedentes, con la voz del Indio Solari irrumpiendo en “Quemarás”, generando un juego hipnótico.
Con un sonido de rock alternativo depurado hasta su expresión más cruda, repleto de texturas analógicas, sintetizadores y una potencia demoledora, WOS convirtió su presentación en un acontecimiento. No fue un show más en Cosquín Rock: fue la confirmación de que ya no hay rótulos que lo definan ni límites que lo
contengan.