“Ella durmió al calor de las brasas”. No, no murió quemada en las brasas: se durmió al calor de las masas. ¿Cuántas veces, escuchando una canción, entendiste una palabra que suena igual a la que se dice pero que le da un significado completamente distinto al original? No te preocupes, es más común de lo que creerías; tanto que se le ha puesto un nombre, al menos, en dos idiomas. Una pomporruta es “una palabra o frase mal entendida o mal interpretada como resultado de una mala escucha de la letra de una canción”. En la mayoría de los casos se trata de una lectura que no tiene coherencia con las oraciones anteriores, pero que se parece auditivamente.
La primera en darle entidad al fenómeno fue la escritora estadounidense Sylvia Wright, acuñando el término mondegreen en 1954 en un ensayo para la revista Harper. Dio origen al vocablo tras explicar que, cuando era chica, había malinterpretado la balada ‘The Bonny Earl O’Moray’ de Percy que decía “laid him on the green” como “Lady Mondegreen”. Al parecer Sylvia no era la única a la que le sucedía esto, y por eso la palabra fue oficializada por los diccionarios ingleses y hasta traducida al español. Esto mismo le pasó a Benjamín Amadeo, quien abrió este hilo de Twitter de pomporrutas contando su experiencia y en el que participaron varios otros famosos.
La traducción al castellano, «pomporruta», se la atribuimos al director Fernando Colomo por su corto Pomporrutas imperiales (1976). El film lo protagonizan dos amigos de la infancia que se reúnen en la adultez y evocan momentos de su niñez, como cuando cantaban ‘Montañas Nevadas’, el himno de la Falange. Uno de ellos se da cuenta de que en vez de cantar «voy por rutas imperiales» decía «pomporrutas imperiales», término inexistente e incoherente.
Frecuentemente sustituimos lo que creemos escuchar por una versión plausible
¿Por qué suceden, entonces, las pomporrutas? Hemos visto que se han ilustrado hasta sin querer en dos ocasiones distintas y en diferentes idiomas. La psicología ha estudiado y provisto respuestas —al menos parciales—, y una de ellas es el sesgo de confirmación. Este consiste en tender a favorecer y recordar la información que confirma las ideologías de uno.
Otra versión indica que tiene que ver con nuestra necesidad inherentemente humana de darle un sentido a todo, incluso aunque algunas cosas carezcan del mismo. Puede resultar fastidioso cantar un tema cuya letra no logramos descifrar, por lo que en varias ocasiones las inventamos. Frecuentemente sustituimos lo que creemos escuchar por una versión plausible. Un caso famoso es el de Jimi Hendrix en ‘Purple Haze’, cuando dice “Excuse me while I kiss the sky” y, la mayoría de los oyentes (antes de que existiera Genius) entendía “Excuse me while I kiss this guy”, ya que es más habitual (y más verosímil) oír hablar de gente que besa hombres en lugar de cielos. A partir de esta frecuente pomporruta, el mismo Hendrix empezó a cantar en vivo la nueva versión en broma.
Los acentos también pueden confundir. Esto se demuestra en el caso de Selena Gomez con su hit del 2015 ‘Good for You’, ya que los oyentes británicos confundían “I’m 14 carats” por “I’m farting carrots”. En una entrevista con Scott Mills para la BBC Radio 1, el conductor inglés admite ser responsable de cantar mal la frase y explica que puede deberse a la diferencia de acentos, lo que le causó risa a la artista.
Otro ejemplo es el de Julián Casablancas: no es novedad que el cantante tiene una dicción poco entendible, lo que da lugar a numerosas pomporrutas como en ‘New York City Cops’. Algunos usuarios de varios blogs han contado sus interpretaciones de la canción: “New York synagogue” por “New York City Cops”, o “They act like Ron Woods but they dress like tarts” por “They act like Romans but they dress like Turks”. La expectativa juega un importante rol también. La predisposición respecto a un tema se ve influida por el perfil del artista y por la canción misma, lo que puede llevarnos a querer inconscientemente predecir el recorrido de la letra.
Todos fuimos culpables de cantar mal el Himno Nacional Argentino o ‘De Música Ligera’, y darse cuenta de ello puede ser tan impactante como enterarse que Papá Noel no existe. No deja de ser gracioso, sin embargo, que no nos cuestionemos por qué tiene más sentido cantar “en vivo cama y control” que “en mi boca no hay control”, como le sucedió a Paula Chaves con el tema de los Ratones Paranoicos. Probablemente la mayoría de nosotros haya cantado “soy gata y araña, araña del corazón” en lugar de “arañame el corazón”. Simplemente creemos que a sus autores se les ocurrió inventar palabras y las aceptamos, lo que nos permite reírnos de las reinterpretaciones y de la creatividad de nuestros cerebros a la hora de rellenar frases.