Ser una banda de culto debe tener una dualidad muy particular. Despertás inmensa devoción en un grupo selecto de personas, pero sin lograr trascender a lo masivo. Encantador, pero muchas veces difícil cuando llega fin de mes; mucho más en tiempos contemporáneos. Pero hay anomalías que son fascinantes; Argentina debe estar entre los lugares donde más reconocemos a grupos no ultra aclamados, y en el caso de The Brian Jonestown Massacre eso va creciendo cada vez más. Un C Art Media repleto, coreando por Anton Newcombe, celebrando las diferentes formas de vivir la psicodelia.
Recital a recital el público que acompaña a la banda fue creciendo. Se presentaron por primera vez en 2016, y luego en el año 2023. En aquella ocasión, Winona Riders fueron sus teloneros. Ellos no sólo compusieron dos de sus primeras canciones en tributo a esta banda (‘Anton’ y ‘Joel’, por sus respectivos líderes), sino que también difundieron inmensamente el nombre de este grupo. No solo fueron las remeras de «Stooges? Velvets? Spacemen?» que se han expandido por el under, sino que también la devoción por el documental Dig! (2004) y el mito viviente que es Anton. Decenas de remeras confirmaban que existe dicha correlación.

Sin glamour exagerado, la banda se acomodó en el escenario como si el telón estuviese cerrado. Se ubicaron en sus posiciones, chequearon estar afinados, Joel Gion descorchó un vino y marcaron cuatro. ‘Whoever You Are’, con una potente intro, fue la puerta de inicio para esta velada. La primera oración, “I will take you for a ride” (te voy a llevar en un viaje), fue casi profética. Viajamos a través de las emociones de un hombre que «las vivió todas», desde el éxtasis de un rockstar hasta la oscuridad de los momentos más atormentados. Las canciones nos trasladaron desde sus comienzos a mediados de los ‘90 hasta el más reciente The Future Is Your Past (2023).

“El doctor me advirtió que tengo que hidratarme” se excusaba Anton al tomar largos tragos de lo que uno asume que era gin tonic. Varios tragos y cigarrillos lo acompañaron a lo largo de la noche, donde fiel a su estilo, ingresó al predio tan solo minutos antes de que la banda subiera al escenario. “Hay bandas que usan efectos, nosotros usamos amplificadores de verdad”, explicaba ante las pausas por problemas técnicos con el amplificador de Ricky Maymi. Esa podría ser una situación que despierte su infame mal humor, pero se lo notaba extremadamente alegre. Tras afirmar que el mejor público del mundo está en Argentina, decidió ser recíproco con el amor de miles de personas que tarareaban sus riffs. Desde bromear con él los famosos “olé, olé olé” hasta arrodillarse en un gesto de devoción por sus fanáticos.
Una noche perfecta por una de las más fascinantes bandas de la escena alternativa de los ‘90. Amor análogo y lisérgico que se sigue expandiendo; el culto a Brian sigue en pie.

