En una charla íntima con el músico uruguayo, Paul Higgs nos cuenta que “abandona la pelopincho para lanzarse, con todo, a la pileta olímpica porteña”. Su ambicioso tercer álbum, El misterio de Pauls Higgs, fue grabado en ambos lados del Río de la Plata, producido por Leandro Lopatín, e incluye colaboraciones de Conociendo Rusia y Fonso.
¿Cuál fue la búsqueda en el proceso de composición y construcción de las canciones?
Paul Higgs: Melodías universales en pos de que el canto en los conciertos sea al unísono, cosa de la que por mucho tiempo fui reticente y detractor. Lo más difícil, a nivel musical, fue intentar trabajar dentro de una fórmula y hacer estribillos.
«El misterio de Paul Higgs» ¿Por qué ese título para el nuevo álbum?
Se le ocurrió a Lopatín. Para él, visto desde afuera, siempre fue un misterio qué hago yo acá, con este nombre anglosajón, mi origen uruguayo, un viejo con mucha trayectoria en la música, mi calidad de hijo único, mil canciones grabadas, siete álbumes con mi grupo Algodón de Montevideo, y colegas, con quienes comparto, en las más altas esferas (populares) y también en el under.
¿Cuál es, entonces, el enigma que propone descifrar?
Ver los hechos de la vida de cada persona. Cómo converge el azar, las casualidades, y consecuencias para que el dardo dé en la parte que sea del tablero. Ese es el misterio de cada uno.
Fonso participó de un track ¿Por qué lo elegiste y qué sentís que aportó?
Es un músico que admiro un montón. Además, un amigo muy audaz con su andar en el «asunto porteño». Él tiene barrio argento encima y era importante para la canción que habla de ‘Diapositivas’ ciudadanas.
¿Y Mateo de Conociendo Rusia?
Lo mismo pero por otro lado. Ese tema —’Destruyo mi guitarra’— lo había hecho mi viejo en ‘78, en otro formato, y lo reversionamos en base a una premonición de Lopatín. Resultó siendo una balada rockera y era justo para que Mateo cante. Fue un ejemplo de amor y grandeza el rato que cayó al estudio. Ver cómo grabó las voces me hizo darme cuenta lo groso que es.
¿Alguna anécdota divertida o peculiar que quieras contar del proceso?
La presencia de mi silla. Yo tengo «mi» silla. La llevé a Estudios Panda y solo grabé sentado. Todo en mi silla que no das dos pesos pero la amo. Estuve a punto de llevarla a Uruguay incluso. Soy cero supersticioso pero tengo algo con los objetos que me encanta. Siento que están cargados de poder y viste que dicen que sirven para ayudar a expresar las cosas que uno tiene adentro.
¿Qué aportó Leandro Lopatin —Turf, Poncho— en la producción?
Todo. Gracia, amor, desfachatez, certeza, experiencia, cariño, velocidad, chispa, distorsión, musicalidad, visión y revisión. Es muy motivante trabajar con Lea. Es una persona curiosa, eficaz, capacitada y con una personalidad tan propia para transmitir su conocimiento. Además es un tipazo y nos llevamos muy bien. Tiene esa cosa, de otra época, de preparar los temas en banda e ir a grabar en vivo. Fuimos a Panda un par de días y así cómo se grabó, quedó.
Grabaste el álbum en el mítico estudio Panda —Yendo de la cama al living (1982), Oktubre (1986), etc.— ¿Cómo fue esa experiencia?
Las paredes están imbuidas de los discos que ahí se grabaron. Además de la alta calidad con la que se trabaja y la comodidad de estar en un estudio que para mi generación es algo poco usual. Venimos del home studio. Entonces acceder a estos gigantes de la grabeta no es joda. Para mí es palabra santa.
También fuiste al legendario estudio Sondor, del otro lado del Río de la Plata, para grabar la canción ‘Otra vez de nuevo’.
Fue una tarde fría en Montevideo. Ideal. Vinieron muchísimas personas. Así es como se hacía antes. Estar en el estudio, que caiga uno, tire una cosa y se vaya. Debe pasar en todos lados pero allá mucho más. Vivimos un cruce intergeneracional muy interesante. Yo bromeo que en la segunda mitad de la tercera estrofa hay once generaciones de artistas uruguayos: Nasser cantando, yo, mi amiga Charlie que hace coros, Lobo, su hijo Noe y, su nieto, Camilo Nuñez tocando los tambores, Luchito Correa, y la mención de Eduardo Mateo, Juan Wauters, su hija Luisa y su mamá.
¿‘Otra vez de nuevo’ es tu primer candombe?
Sí. Muy simbólico para mis orígenes rioplatenses. Es algo muy presente en la cultura de allá donde, hasta ahora, no había puesto las manos en la masa. Pase dos años estudiando tambor con una percusionista argentina para afrontar este desafío creativo.
¿Cómo fue alternar el proceso entre ambos espacios de grabación?
Muy porteño. En el sentido de puerto a puerto. Y también por cómo se vive en esta metrópolis argentina que es a toda velocidad. “Dale que es tarde, y hay que grabar, y hay que ser óptimo, eficaz, divertido, gracioso, imprimir y sacarlo arando”. Acá fuimos dos días a Panda. Un día bases (bata, bajo y violas) y el otro las voces. Igualmente, ir a cualquier estudio, que es el lugar que más me gusta en el mundo, y sobre todo cuando tienen historia, lo vivo como una celebración.
Te debe poner un poco de presión ¿no?
Definitivamente, pero me encanta la disciplina para llevar a cabo un arte de manera óptima. Me fascina practicar y tocar. Verlo con soltura y sin soltura.
¿Cómo fue ese proceso de preparación?
Año y medio de armar temas por mi cuenta. Pimponeando creativamente con Tamara (flauta traversa y coros). Después con Lea elegimos las canciones y fuimos desarmando las demos que preparé, con miles de guitarras, ruidos y sonidos; para darle estructura de banda. Y cuando Indie Folks nos dio luz verde, fue un mes y medio con ensayos de cuatro horas hasta llegar al estudio.
¿Dónde sentís que se ubica este nuevo álbum en el desarrollo de tu discografía?
Creo que es el primero que, simplemente, deja de rebotar en el trampolín y da el salto a la piscina olímpica; como son las cosas acá en Buenos Aires que no es pelopincho. Es un LP muy entrenado; de características de alta definición en todo sentido; con síntesis y producción muy certera.
¿Ya hay planes de presentaciones?
Hay unas épicas. Vamos a abrir dos Movistar Arena de No Te Va Gustar. Estamos todos remando a lo loco. Resulta magnético las ocasiones que nos permiten ofrecer un espectáculo en donde mostramos esto que estamos carburando. El año pasado abrimos los 30 años de El amor después del amor (1992) en la rambla de Montevideo para 75.000 personas; y ahora estar haciendo la apertura a una banda uruguaya en Argentina; siento que es todo muy simbólico
Entrevista por Facu Macera