Signado por los vestigios de dormir poco y donde se podía, escribir letras en el laburo, arriba de un bondi o en tiempos muertos en pizzerías random nace El Amor en los Tiempos del Call Center (2011). Lleva consigo una oda a la nostalgia y un afán por registrar los momentos cotidianos acompañado por una voz firme y guitarra criolla. A una década de su disco debut charlamos con León Rogani sobre el paso del tiempo y cómo se vivieron los días de grabación, en una especie de viaje en el tiempo al año 2011 (podés leer la reseña completa del álbum acá).
¿Qué recordás del proceso de grabación del álbum?
León Rogani: Le tengo mucho cariño porque lo grabamos de una manera muy casera e independiente, lo hicimos en una habitación con mis amigos Dany Hokama y Emiliano García. Los tres teníamos otros trabajos y no siempre coincidíamos con los horarios, por lo que fue grabado mayormente de noche. Uno hacía las voces o mezclaba a la una o dos de la mañana y los otros aprovechaban para dormir en el piso o donde había lugar, porque entrábamos temprano al laburo. Era algo que hacía sin mucho esfuerzo a esa corta edad, fue un registro de juventud incómoda, pero muy divertida.
Musicalmente hablando, compuse las canciones en guitarra y el disco es muy fogonero. Más allá de que era lo que podíamos hacer porque lo grabamos de una manera muy artesanal, tuvo que ver con el espíritu del rock post Cromañón. Hubo toda una oleada de músicos que proponían una vuelta a la canción como Coiffeur, Gabo Ferro y Flopa Manza Minimal. No solo por un espíritu revisionista de volver ese estilo, sino también porque te daba la flexibilidad de tocar en otros lugares. En una Buenos Aires donde se estaban cerrando boliches y espacios, se volvió a un espíritu más acústico de guitarra, cajón peruano y ese tipo de instrumentos que te daban la cintura para poder tocar donde surgiera. Recuerdo una ocasión donde tocamos en un lugar rarísimo que adelante tenía un locutorio y en la parte de atrás era una pizzería, en Callao casi Córdoba, super céntrico. Se daba mucho en ese momento, los venues se acomodaron como pudieron para sobrevivir y se daban esas pequeñas movidas culturales improvisadas.
“Con la llegada de los smartphones la gente empezó a estar metida en su celular sin registrar el entorno”
¿Cómo se construyó el título del disco?
LR: Antes de comenzar la grabación estaba trabajando en un call center, hacía cobranzas telefónicas de tarjetas de crédito y fue mi primer trabajo. Me parecía un signo de época, no sé si ahora siguen existiendo, pero fue una de las primeras salidas laborales para mi generación cuando todavía no tenías experiencia. Todos mis amigos o gente conocida solían tener un paso por estos trabajos, nadie parecía poder escapar de trabajar en un call center y por eso decidí incluirlos en el título. Al mismo tiempo, estaba estudiando literatura y se me ocurrió modificar el clásico título de Gabriel García Márquez para hacer un mix con esas dos aristas.
¿Cómo fue la elección de la imagen de tapa?
LR: La idea fue reversionar una reconocida imagen del fotógrafo francés Robert Doisneau, llamada ‘El beso del Hotel De Ville’. La foto quedó bastante parecida, recreamos la imagen con el Congreso de fondo que fue lo que nos pareció más similar. Alrededor del beso se ve gente que está cada una en su mundo, metida en su celular sin registrar el entorno, lo que también fue otra de las cosas que marcó esa época. Estaban comenzando a surgir los smartphones y las aplicaciones, se empezaron a dar situaciones donde por ahí estabas con gente en una misma habitación, pero al mismo tiempo, cada uno estaba en lugares completamente distintos.
“La letra de Los Asesinos es muy Bukowski y la música es como de Palito Ortega”
La tapa no es el único elemento de Francia que se encuentra presente, en algunas de las canciones incorporaste una voz en el contestador en francés. Para los que no hablamos ese idioma, ¿qué es lo que está diciendo?
LR: La voz es de una amiga que conocí por anotarme mal en una materia en Puan —que tiene muy mal las correlatividades—, que era para estudiantes más avanzados. Terminé conociendo a una chica francesa que estaba acá con su novio estudiando teatro y literatura argentina y ella me dio una mano con su voz. Queríamos darle un toque misterioso al mensaje del contestador. Lo que decía era algo así como “Ya llegué, fue un viaje largo. Es de noche y estaba pensando en vos”. Se trata de un amor a distancia y una voz que queda medio colgada, tiene que ver un poco con eso.
¿Qué parte de vos reflejan las líricas?
LR: Volviendo un poco a lo que hablábamos, creo que está muy presente la impronta de juventud. Yo soy de Burzaco, provincia de Bs As. y viajaba todo el tiempo, era muy inquieto. Manejaba horarios raros, dormía en el bondi o donde se podía; tiempos muertos en cafés, refugiarte de la lluvia en cualquier pizzería, escribir las letras en los trenes o en el mismo call center. Los primeros amores y desamores, siempre en lugares incómodos y la incertidumbre generacional de no saber muy bien qué hacer, son los temas que toca esta pieza.
Me gustaría detenerme en 'Los Asesinos', el tema que cierra y tiene una especie de bonus track. ¿Cómo fue la composición?
LR: Escribí la letra en un momento en el que estaba muy enroscado con Bukowski, era del estilo de escritores con los que estuve fascinado durante toda mi adolescencia. Si vos leés la letra sin música tiene un tono medio fatalista, de un tipo que está reflexionando en un café, se larga a llover y está solo comiéndose la cabeza pensando mil cosas: en los asesinos, en el ventilador que gira y en una habitación vacía. En cambio, la música va en otra clave. Es una letra bastante sombría y que el sonido sea festivo y con coros alegres me pareció muy gracioso, siempre jodo con que la letra tiene que ver con Bukowski, pero la música es como de Palito Ortega.
Y al final, la canción que está escondida, fue bautizada como 'La Niebla y Todo lo Demás'. La rescatamos años más tarde en 2016 cuando hicimos un show en el ND Ateneo en formato de banda completa y más «groovera», pero por muchos años estuvo ahí solo para los que se quedaban escuchando después del silencio.
¿Cómo evolucionó tu sonido desde aquel primer trabajo a esta parte?
LR: Siempre fui muy desordenado a la hora de grabar, compongo tirones de canciones y no las grabo todas juntas. Por ejemplo, hay temas en el tercer disco que las compuse en el mismo momento que las del primero, por lo que concibo los tres primeros álbumes como una trilogía que forman parte de una misma historia. Luego fueron cambiando de forma al momento de la grabación, como en el caso de La Invención de la Noche (2013), donde la premisa era salir de lo acústico y las canciones tienen otra fuerza, otras intenciones y otro tipo de arreglos. Luego llegó Desatamundos I (2015), cuya segunda parte ya está grabada y puede que salga antes de fin de año. A la par, estoy grabando un disco nuevo en casa y presentando Doméstico (2020), el último trabajo que saqué fue junto a Pablo Bechara realizado íntegramente en pandemia, por lo que hay varios proyectos dando vueltas.
¿Qué le dirías al León de hace 10 años?
LR: Compra dólares [risas], aparte de eso, le diría que va a salir todo bien, que no se apure. Uno a veces con el ímpetu de los 20 y de querer hacer todo, terminaba yendo de Burzaco hasta la otra punta solo para tocar un rato sin importar la hora. Le diría que disfrute y que vaya despacio.