Fotos: Fede Kurt
A partir de la pandemia cambiaron muchas cosas. No nos vamos a gastar en atribuirle una connotación positiva o negativa, pero no cabe dudas de que la escena nacional atravesó un cambio inmenso. Nuevos proyectos renovaron el sonido con influencias más diversas, desde Fin del Mundo hasta Nenagenix, pasando por Dum Chica y Socorro. Dentro de esas bandas, probablemente la que más devoción despertó fue Winona Riders. Su público canta las canciones antes de que sean grabadas, poguea como si no hubiese un mañana y no se pierde ninguna fecha. El 17 de agosto concluyeron las presentaciones de El sonido del éxtasis (2023) y dejaron en claro que están enfocados en renovar su set.
A pesar de que la propuesta de presentación del LP podría sonar predecible, fue todo menos eso. Estrenaron canciones y arreglos, mostrando hambre por un cambio que ya es evidente. Desde secciones prolongadas inspiradas en el krautrock, hasta incursiones electrónicas que parecían combinar lo cool de The Chemical Brothers con las tensiones de Suicide. Apropiado para esto último, el frontman Ariel Mirabal estrenó también corte de pelo y se sentía con una actitud cambiada. Plenamente carismático, perdido en una faceta más performática.
Por donde la mires, esta fue una noche extraña en Palermo. Otras de las curiosidades fue el set con dos baterías, característica esencial para la propuesta tan rítmica que tuvieron. Pero la anomalía que desconcertó al público fue ver en los sintetizadores una cara nueva. No era Mauro “Bocha” Arenas. Se escucharon un par de gritos “¿el bocha donde está?”. A pesar de consultarle a la banda a la salida del concierto, prevalece en misterio. ¿Fue por solo una noche o es este un cambio permanente?
Lo que sí es cierto, es que la banda se encuentra preparando su nuevo disco y quiere romper con su propio molde; al punto de que ni siquiera tocaron ‘Dopamina’, su canción más famosa. Todavía queda mucho por recorrer en el camino de los Winona Riders.
