Ya te contamos de las cagadas de la policía, los problemas de sonido y los destacados nacionales en el Lollapalooza Argentina. Abrimos el debate sobre los públicos con twenty øne piløts y reivindicamos que no todo está perdido en nuestro relato de los Arctic Monkeys. Levantamos la bandera del orgullo junto a Troye Sivan, Years & Years y Sam Smith y nos pusimos en fangirls con The 1975 y Lany. Por supuesto, también hablamos de la magia de Tiësto y Post Malone y el estilo único de Kendrick Lamar, pero todavía quedan un puñado de cosas que les queríamos contar finalizada la primera (exitosa) edición de tres días del Lollapalooza en nuestro país.
Después de la enérgica fiesta de Wos el viernes, la multitud del Main Stage 2 se disipó en diversas direcciones: algunos a comer, otros a disfrutar en el Main 1 el tango moderno de Escalandrum (banda que cuenta en la batería con Daniel, nieto de Astor Piazzolla), y otra tajada cruzó todo el predio hasta el Perry’s Stage para bailar con Dak1llah. Sin embargo, los más afortunados fueron los curiosos que se quedaron cerca en el Alternative Stage.
El conjunto californiano Fever 333 (por alguna razón nomenclados The Fever 333 en el lineup) fue revelación absoluta. El trío de nu metal significó el mayor golpe adrenalínico del evento: frente a un público llevado a los límites de la euforia, los americanos dejaron marcado su mensaje de fraternidad y respeto entre pogos salvajes y gritos desaforados, con un frontman que lució la casaca argentina y se echó a cantar desde el piso. Si existe posibilidad de que esta joven banda pueda volver a nuestro país, seguro lo hará dado que la audiencia argentina supo estar a la altura del sonido furioso y el comportamiento frenético que propuso.
Sin emabargo, el Lolla demostró ser un festival para todos los gustos, y luego de la retirada de los californianos el Main 2 volvió a escucharse de la mano de Parcels. Los australianos radicados en Berlín ofrecieron un show extremadamente correcto, quizás hasta demasiado: de mínimos movimientos, y con un porte en escena que los encontraba a los cinco en tan solo un par de metros cuadrados, el conjunto debutó en nuestro país con un pop bailable de sonido extremadamente fidedigno, aunque una pizca reiterativo. En el campo, disfrutaban del show ni más ni menos que los Bandalos Chinos. Un dato cómico: Jules Crommelin, guitarrista del quinteto, se veía extremadamente parecido a George Harrison, el icónico violero Beatle. Varios gritos del público quisieron hacérselo notar, aunque no se dio por aludido.
Portugal. The Man empezó su show con un cartel que decía que, como son bastante malos para hablar en público, irían proyectando mensajes por la pantalla. Dicho y hecho: casi ni se dirigieron a su audiencia, pero los eslóganes fueron de lo más elocuentes, yendo desde uno que decía “Somos Portugal. The Man, tan solo esperamos que sepan que estáis en el espectáculo correcto”, hasta otro que rezaba que discutir política en reuniones familiares es “fuckin’ badass, pasando también por apología a la marihuana y un claro mensaje anti-pistas que rezaba: “Así es, gente, no hay ordenadores aquí, solo instrumentos tocados en directo”.
El conjunto salió con un cover de ‘For Whom the Bell Tolls’ de Metallica, que derivó en ‘Another Brick In The Wall (Part 2)’ de Pink Floyd, y mantuvo la actitud en alto durante todo el recital, aunque es cierto que las voces prácticamente no se escuchaban. Hubiera sido doblemente genial si los mensajes hubieran estado en español latinoamericano, mas dudosamente sean ellos quienes carguen con la culpa del descuido.
Ya de noche, la banda australiana RÜFÜS DU SOL finalmente pisó nuestras tierras. El trío de música EDM experimental se hizo famoso en el mundo por sus puestas en escena, siendo nuestro rincón del planeta casi el único que no visitaron en sus nueve años de carrera. Fieles a las expectativas, brindaron un espectáculo sonoro y lumínico que llevó al trance a la sorprendentemente poca gente que los vio, considerando que tuvieron el primer horario vespertino del Alternative. En reiteradas ocasiones el cantante Tyrone Lindqvist se subió a la valla para cantar con sus fans más adeptos.
El sábado tuvo el honor de ver aterrizar a Foals otra vez en suelo patrio. Su debut fue en el 2011 como teloneros de los Red Hot Chili Peppers en River, año en que cancelaron un show propio que harían en La Trastienda por “razones logísticas”. En el 2013 tuvieron revancha en el Teatro Vorterix y nuevamente en Groove en el 2015. La cuarta visita arrancó igual que la anterior, con Yannis Philippakis yendo directo al micrófono a gritar: “¡Qué onda guachos!”, ostentando una pronunciación inmejorable para el alarido del público. El concierto de una hora fue el equilibrio perfecto entre la interpretación de sus mejores hits (donde se hicieron grandes círculos de agite rockero, a diferencia de en este show) y la presentación de tres temas del recientemente estrenado álbum Everything Not Saved Will Be Lost (Part 1). Adelante, los músicos arrojaban aguas a los de la valla, esa divina agua que puede ser la diferencia entre cielo y el infierno para quienes soportaban el calor desde temprano, posiblemente aguantando su posición para estar bien adelante durante los Arctics. Aquí el buen setlist.
El domingo era el día esperado por distintas multitudes: Lenny Kravitzpara unos, Kendrick Lamar para otros, si hablamos de headliners. Pero existe un grupo del que se está hablando en todo el mundo y ese es Greta Van Fleet. La banda de los tres hermanos Kiszka y su amigo Wagner es la nueva salvadora del rock, pero no de un rock indie como el que rescataron The Strokes en el 2001 con Is This It?. Los Greta suenan a los setenta, y muy en particular a otra icónica agrupación con la que han sido brutalmente comparados: Led Zeppelin. El parecido es innegable, pero los jóvenes no se achican y reconocen como propio el producto de sus influencias, como debe ser. En la tarde de la última jornada del Lollapalooza 2019 —y un día previo a su sideshow en el Teatro Gran Rex con entradas agotadas hacía meses— los estadounidenses dieron una performance a la altura justa. Generaron agite, extendieron solos de guitarra y recurrieron a gritos rockeros y palmas en alto. Nada más que pedirle a su joven carrera, aunque tampoco nada inolvidable como los crowd surfing que nos han regalado twenty øne piløts, Phoenix o Cage The Elephant en reiteradas ocasiones, o el colosal manejo del público de artistas más tribuneros como Green Day, Foo Fighters y otros veteranos. En resumen, se merecen todo lo bueno que les pasa, pero es exagerado catalogar su paso como mítico. Ese atributo se lo ganó TØP en su primer visita, o tal vez en la segunda, para quienes en la audiencia debutaban.