El elefante blanco sigue caminando y llega a José Ignacio, a 150km de «la dulce Montevideo» para armar un estudio de grabación en medio de una estancia oceánica.
Lejos quedó la idea de grabarlo en algún país del viejo continente, dadas las circunstancias, después de meses de trabajo y a distancia de su público, ya que es una banda que toca 100 veces por año (al menos), hasta el 2020. Cuando todo cambió y toda la industria musical tuvo que parar. Por primera vez en la historia de la banda no pudieron discutir criterios musicales en una camioneta, un micro o un avión. Estuvieron encerrados durante días en su burbuja, donde el tiempo fue por y para el grupo, aunque se permitieron visitas los fines de semana de primer nivel: desde sus familias hasta Julio Bocca, entre otras que iremos descubriendo.
En la producción, llegó un viejo amigo de la banda que habían conocido hacía algunos años atrás, en alguna terraza de Nueva York: el productor de Heathen (2002) de David Bowie, The Raven (2003) de Lou Reed, Fuerza natural (2009) de Gustavo Cerati y que en 2015 trabajaría en la producción de Suenan Las Alarmas (2017) y luego en Otras canciones (2019) del conjunto uruguayo, el maestro Héctor Castillo y su alfil Carlos Imperatori.
Un disco de rock anticipa ‘La Rama’, que abre el álbum y lo profundiza la línea de bajo de Guzmán Silveria en Mi Ausencia o el solo de guitarra de Pablo Coniberti en ‘Debí’, sin percusión y con una presencia menor de los vientos, pero no así escasa. El piano de Francisco Nasser en ‘Como un animal’ marca la huella de la banda y su madurez queda explícita una vez más.
“Hoy me desperté sintiendo 2 cosas. No me preocupe por no tener razón, una fue quedar mal y poco me importa, y la otra es nadie va a bajarme de esta rama” escribe Emiliano Brancciari que hace poco dijo en una entrevista que “si yo quisiera seguir escribiendo como si fuera un adolescente no sería auténtico, no podría”. Eso significa que aunque sean maduros, no quiere decir que sean estáticos con su arte, al contrario, les permite tener unas salvajes y criteriosas ganas de mantenerse vivos y vigentes en constante movimiento, y no convertirse en una copia de sí mismos.
Con los pies en la tierra y el oído en la calle, se animan a invitar a la «Madonna rosarina» Nicki Nicole, en ‘Venganza’. En la misma canción aparece Anita Álvarez de Toledo que se suma con sus coros, como también en ‘Mi ausencia’, ‘Josefina (Una para la abuela)’ y ‘Mejor Callar’.
Seguimos picando el disco y encontramos el último corte, ‘Dejo Atrás’, el tema más viejo del álbum (2019) y que cierra el lado A con el único solo de guitarra del cantante. Luego aparece ‘Austro’ que quiere decir “viento que sopla del sur”. Es la canción número 9 del disco que camufla entre sintetizadores a un invitado de lujo en voz y guitarra, Ricardo Mollo. La segunda vez que un dividido llega a un disco de NTVG. Ya lo había hecho Diego Arnedo en ‘Ni Uno Suelto’ de Aunque cueste ver el sol (2004), un 6 de septiembre, diez años después en La Falda, Córdoba. No te va gustar arrancaba un show con ‘De música ligera’, abrazando la partida de Cerati, llegó al minuto 2.44 de la última canción del disco, una guitarra que nos lleva a ese lugar, ¿será el mismo abrazo? Por último, ‘Yendo’ es el nombre del cierre de este álbum que nos lleva al final con un cálido y sonriente “bueno, chicos, buen finde” de su cantante. Lo hicieron de nuevo.
Reseña por Tomás Hanks
Foto por Lu Lee