El frío inesperado atrapó a Buenos Aires en el desconcierto. El viernes por la noche, y con una puntualidad rigurosa y sorpresiva, los fanáticos ingresaron al estadio techado de Núñez. Después de que el suelo se calentara con un dj set que musicalizó la ocupación del predio, New Order salió a escena ante un estadio que desbordaba de ganas de sacudirse. El espacio lo ameritaba: el montaje de pantallas led en el fondo del escenario llevó a la audiencia de la mano por el viaje estético y sonoro que identifica al grupo de Manchester.
‘Singularity’, de su último disco Music Complete (2015), fue el comienzo de las casi dos horas ininterrumpidas de baile. Sonó todo lo que se esperaba: arpegiadores, beats ochentosos y melodías pegadizas, siempre con el sutil y constante equilibrio entre la oscuridad y baile. El primer salto al pasado se dio con ‘Age of Consent’ –dedicada a un amigo y nueva incorporación a la lista de esta gira–, canción que abre el disco Power, Corruption & Lies (1983): un sonido extremadamente pegado a las raíces Joy Division, la identidad todavía mutando hacia un sonido propio, intentando soltarse. El público no dejó de sacudirse y el baile fue cada vez más profundo, más colectivo, más de trance, en un estadio donde quedaba espacio de sobra para moverse. Siguió ‘Ultraviolence' y todo terminó de explotar cuando inició el riff de ‘Disorder’, primera canción de Joy Division que se escuchó en Núñez. El frío de afuera ya era cosa del pasado: el calor podía sentirse en el aire.
Siguieron ‘Crystal’, ‘Academic’ y ‘Subculture’. El público agitaba entre canciones con cánticos y Bernard Sumner apuntaba el micrófono hacia la gente para arengar, la felicidad en el rostro: nada más lindo que el ida y vuelta entre audiencia y artista. Gillian Gilbert tomaba vino de una copa y, seria y callada, seguía el intercambio. ‘Bizarre Love Triangle’ fue coreada con brazos en alto y mucha cadera de lado a lado, y el show luego siguió subiendo con ‘Vanishing Point’, en un Obras ya consagrado como constante pista de baile.
Antes de ingresar en el último tramo de la lista, los ingleses le cantaron el feliz cumpleaños a un compañero de la crew, y después siguió ‘The Perfect Kiss’, single que fue incluido en el disco Low Life (1985). El pico de la noche se sintió en los hits ‘Blue Monday’ y ‘Temptation’, que fueron ejecutados con una magia y emoción que no puede dejar de mencionarse, entremezclándose con la sensación de felicidad y agite que se curtía en el campo o, mejor dicho, en la pista. Bernard se acercó a Gillian y compartieron los sintetizadores del final.
La cereza arriba de la torta fue un encore emotivo con tres canciones de Joy Division: ‘Atmosphere’, ‘Decades’, y el clásico infaltable ‘Love Will Tear Us Apart’, que despertó un nivel de pogo y agite que no se había visto hasta entonces en toda la noche. En las pantallas, imágenes de Ian Curtis completaron el homenaje. Se sintió la raíz, la evolución, la búsqueda, la identidad y la trayectoria de una banda que revolucionó el sonido poniendo algo nuevo sobre la mesa.
Por Valentina G Nucci