Si bien el pronóstico no auguraba una noche del todo buena, y el recital incluso tuvo que ser adelantado por este motivo, el clima terminó cediendo para que el Hipódromo de Palermo pudiera presenciar uno de los mejores shows audiovisuales del mundo: Muse, el titán del rock alternativo, había regresado a la Argentina.
Los ingleses Kaiser Chiefs prepararon la pista para sus compatriotas, y si bien cuando tocaron no había una gran cantidad de público, no hubo una sola persona escuchándolos que pudiera evitar cantar el coro de ‘Ruby’ con Ricky Wilson. Sin embargo, los temas que más hicieron saltar a la gente fueron ‘Never Miss a Beat’ y ‘Oh My God’, la cual sirvió de cierre para su enérgico acto que, según palabras de su frontman, “Se repetirá en Argentina y será mucho más largo”.
Con menos de media hora de diferencia, Airbag se subió al escenario con un solo de guitarra de Patricio Sardelli que hizo levantar a un público mucho mayor en cuanto a cantidad, pero que no estuvo tan activo como con los artistas anteriores. Con Guido Sardelli tomando la posición de cantante, el grupo argentino no pegó de la misma manera que los Chiefs y solo consiguió cautivar a la gente cuando interpretó el Himno Nacional Argentino en forma de solo (nadie entendió muy bien por qué), y ‘Cae el Sol’.
Luego de estos altibajos, alrededor de las ocho de la noche surgió desde el suelo del escenario un Matt Bellamy con lentes y ropa de LED que dejó incrédulos a todos. Canciones como ‘Pressure’, ‘Psycho’ y ‘Break It To Me’ ayudaron a abrir un show que fue increíble de principio a fin, en el que los bailarines y la escenografía de Muse llamarían, por momentos, más la atención que la propia música. Todo el espectáculo funcionó perfectamente, hasta los momentos de improvisación (como cuando el baterista Dominic Howard le permitió elegir al público la siguiente canción, siendo ‘Showbiz’ la seleccionada por encima de ‘Bliss’).
Los aspectos visuales fueron increíbles, el sonido estuvo totalmente a la altura del espectáculo.
Con un escenario repleto de luces, instrumentos luminosos y un grupo de bailarines con estética robótica, los de Teignmouth superaron cualquier tipo de expectativa que los asistentes hubieran podido tener, llegando a subir hasta dos personas con exoesqueletos robóticos y una máquina de arcade al escenario. Lo destacable del espectáculo fue que en todo momento interactuaron tanto con los bailarines como con la escenografía, demostrando que nada estaba puesto de «adorno». El público, extasiado e incrédulo frente a lo que estaba presenciando, terminó de estallar cuando Bellamy bajó del escenario, tocó a algunos fans y volvió a subir envuelto en una bandera de Argentina.
Si bien los aspectos visuales fueron increíbles, el sonido estuvo totalmente a la altura del espectáculo, y la sofisticación de sus instrumentos fue clave para esto: tanto Bellamy como Christopher Wolstenholme tenían una especie de octapad fusionado con sus guitarras y bajos respectivamente, lo que les ayudaba a conseguir los diferentes detalles sonoros que son tan característicos de Muse. Por momentos, la forma en la que sonaban hacía recordar a la manera de tocar de Tom Morello, la cual se asemeja más a un DJ que a cualquier otro instrumentista.
Al final, cuando todos pensábamos que ya no se podía superar lo visto, aparece Murph: un robot casi tan grande como el escenario que se parecía a un «Robocop Zombie», el cual acompañó a la banda en ‘Knights of Cynodia’, tema que fue tocado bajo la lluvia (el clima ya no los soportaba más) y con el que cerrarían una noche digna del año 3000. Muse nos trajo a Buenos Aires un pedazo del futuro y, cuanto más pasa el tiempo, más se alejan de nuestro presente.