Hay más de una manera para determinar qué es un buen show. Algunos artistas deciden basarse en la espectacularidad de sus presentaciones, con una parafernalia de elementos que mantengan entretenido al público mientras ellos hacen lo que mejor saben hacer. Otros prefieren la intimidad: que sus recitales se sientan como una conversación profunda de madrugada entre ellos y su audiencia. También están quienes deciden amalgamar una habilidad técnica exorbitante con la facultad de hacer festejar a los concurrentes: este es el caso de Metronomy, quienes reafirmaron su modus operandi en el Teatro Vorterix.
Para comenzar a sacar la tarde-noche de su status quo, Juan Mango (quien hace poco presentó su más reciente disco en Niceto) acomodó el clima en un orden más electrónico; perfecto para lo que se vendría después. Guitarra, sintetizadores y la voz suave característica del cantante fueron las únicas herramientas de las que dispuso para entregar una correcta presentación de inicio. Sin embargo, la impaciencia del público tenía como causantes a cinco ingleses.
Con la puntualidad que tanto caracteriza a los británicos, a las 21 horas se apagaron las luces del recinto y Metronomy salió a escena. ‘Lately’ fue la elegida para llevarse los primeros aplausos de la noche, pero el clásico ‘The Bay’ se terminó quedando con la euforia de los fanáticos, quienes comenzaban a desatar sus pasos de baile frente al conjunto.
Los instrumentales ‘Boy Racers’ y ‘Lying Low’ fueron un momento cúspide para aquellos que concurrieron a ver al conjunto con un claro objetivo: descoserse los cuerpos entre pasos de baile. Los tracks fueron el momento perfecto para transpirar toda la melancolía de fin de año (y de la década) sobre el suelo del Vorterix. Es que Metronomy es un poco eso: una alegría melancólica que se te mete bajo las fibras de la piel, te hace bailar y llorar con sus melodías.
“Este es nuestro último concierto de la década, esperemos que pasen un gran rato”, decía Joseph Mount antes de dar rienda suelta a ‘Corinne’ —perteneciente a The English Rivera (2011)— y a los gritos de los concurrentes que celebraron el verso cantando por Anna Prior, baterista del conjunto. Las ovaciones a la batera continuarían con ‘Everything Goes My Way’ (donde lleva adelante la mayoría del trabajo vocal), que provocó un: “Los amo, la puta madre”, por parte de una fanática sobre el final. El público ya estaba comprado, pero aún quedaba mucho por recorrer.
“ESTE ES NUESTRO ÚLTIMO CONCIERTO DE LA DÉCADA, ESPEREMOS QUE PASEN UN GRAN RATO”
Y así como la melodía encantaba para bien a algunos, otros tantos no sabían que hacer con el torbellino de emociones, como fue el caso de dos personas que casi inician una pelea en medio del recinto, los cuales fueron separados a tiempo antes de arruinarle la velada al resto de los concurrentes. Por suerte, lo más cercano a un encontronazo físico que se presenció en la noche, fueron los vívidos saltos de la audiencia durante la movida ‘Insecurity’.
“Hay un mercado cerca de aquí que tiene una sillas muy hermosas. Me gustaría llevarme algunas, pero no puedo”, dijo Joseph, en referencia al Mercado de Pulgas de Colegiales, antes de dar por inicio a ‘Old Skool’. Esta, junto con ‘Salted Caramel Ice Cream’, fue otro momento álgido de la noche, donde la música se complementó con algunas interacciones entre el público y los músicos, quienes invitaban a los primeros a corear las melodías.
“La última vez que vine, me enfermé y tuvieron que darme una inyección. Eso arruinó un poco mi experiencia en Buenos Aires. Pero me alegra estar teniendo una noche sin dolor esta vez”, contó el vocalista antes de lanzar la tríada de ‘The Look’, ‘Love Letters’ y ‘Sex Emoji’, la cual concluiría con la retirada del escenario de los músicos, y la promesa de un pronto regresó al país.
Ante la impaciente ebullición del público, el conjunto salió al escenario una vez más, pero por partes: primero, Joseph, Michael Lovett (Guitarra y sintetizador) y Oscar Cash (Sintetizador) para interpretar ‘Upset My Girlfriend’, la cual presentó una leve saturación en los bajos sintetizados al principio del tema. Luego, se unieron Anna Prior y Olugbenga Adelekan (bajo) —quienes vestían camisetas de la Selección Argentina de Fútbol— para interpretar ‘Radio Ladio’, el último tema de la noche, los cinco juntos.
Así, Metronomy se despedía una vez más de la Argentina con un concierto que quedará en la memoria de todos: en la de ellos, por ser el último que darán en una década marcada por su ascenso musical. Para nosotros, por ser el broche de oro para cerrar un año lleno de grandes recitales. Esperemos la década venidera esté plaga de esa alegría melancólica para todos nosotros, y, como la visita de Joseph a nuestro país, sea una experiencia lo más libre de dolor posible.
Por Iván Gritar
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