Pensamos, antes que nada, en la ambivalencia de la posición social del músico. Nos encontramos ante la aparición tanto de hombres que rompen con el mandato hegemónico, desde Bowie hasta Miguel Abuelo y actualmente Troye Sivan, como con varones bien machos, con Iorio como figura antonomásica y la ola de escraches que han tenido los músicos argentinos en estos últimos años.
Entonces: ¿es posible leer en algunos artistas, que hoy rompen la escena nacional, nuevas formas de ser chico?, ¿otros modos más amenos, más cuidadosos, menos agresivos, de ser varón? El objetivo será buscar, en distintos puntos de lectura, la aparición de significados que puedan ser leídos como resistencias contra la construcción hegemónica de mecanismos de la masculinidad.
Reteniendo la idea de «resistencia» vamos a pensar algunas frases de Wos. En un mundo donde se nos exige —y se nos da— una identidad asignable y fija, el primer verso de ‘Andrómeda’ canta: “que no soy el mismo/ obvio que cambio”. Aparece un punto de oposición ante la codificación que el patriarcado exige de —y pone en— las personas. Reivindicar la condición mutable y la capacidad de transformación es necesario para poder pensar en un cambio de la identidad hegemónica (y no hegemónica también) de las masculinidades. Y una vez disuelta la imagen del hombre que hay que ser, en torno al malestar de esa falta, se ejerce la pregunta: “¿no puedo amar?/ ¿o solo no amo como aman los demás?/ ¿cómo hay que amar?/ hay que amar, hay que desarmar los preceptos hechos/ y tirarse al mar”. La pregunta en torno al amor se vuelve importante, siendo las relaciones de pareja un espacio tan marcado por la violencia machista.
“LA HISTERIZACIÓN DEL HOMBRE QUE CREEMOS LEER EN ALGUNAS LÍRICAS DE WOS PARECE SER PRODUCTIVA DESDE EL CUESTIONAMIENTO”
Podemos pensar que la canción habla de la fragilidad, la vulnerabilidad y un estar-en-el-mundo complejo. Pero estos significados pueden ser leídos en relación a un discurso que en Argentina ya conocemos, el del artista que es un incomprendido, una víctima más del sistema. Al pobre pibe, que Federico Fritelli analiza en esta nota, ya lo conocemos, y esa imagen derrotista puede convertirse en autorevictimización. Entonces, creemos que ‘Andrómeda’ también nos enfrenta al incomprendido, pero corre el eje de la comprensión: es la voz que habla la que no se comprende a sí misma, el chico que, desorientado en un mundo caótico, elige el trabajo de buscarse a sí mismo. El problema es lo que se encuentra y lo que se decide hacer con eso encontrado.
Andrómeda, la galáctica. En un violentísimo exabrupto de traducción vamos a permitirnos: andro-me-da. ¿Qué tan violento será empezar a preguntarnos por todo lo que nos da el ser varón, todo lo que nos es dado al serlo? Y qué pertinente, qué terrible es que haya que atravesar tan insostenibles traducciones para acceder a tales preguntas. En esta misma revista se ha trabajado la importancia y la necesidad de que el tipo hegemónico del músico ceda espacio a otras formas de portar el ser varón. Que se cuestione, se cuestione a sí mismo, parece ser una necesidad para lograrlo. La histerización del discurso del hombre que creemos leer en algunas líricas de Wos parece ser productiva desde el cuestionamiento.
“CIERTAS APARICIONES DE LA MASCULINIDAD MÁS RANCIA EN LAS LÍRICAS DE WOS SE PUEDEN RASTREAR DESDE LA COMPOSICIÓN LÍRICA EN EL FREESTYLE”
En algunos versos de ‘Terraza’, Wos parece tomar la duda que aparece en ‘Andrómeda’ y volverla un trabajo productivo: “quisiera sacar mi lado oscuro/ rapearte con mi parte de tipo duro/ pero no puedo, hoy me curo/ mato al parásito en mi cuero cabelludo”. En estas líneas parece enfrentarse a su constitución y darse fuerzas para cambiarla, para cambiar(se). El tipo duro que llevamos dentro, que somos, se vuelve parásito y evitarlo se asocia a una posible sanación. Aparece la dificultad y la angustia de ese proceso, porque hace aparecer una falta y entonces las posibilidades de habitar ese lugar sin exigirle un piso seguro: “me sinceré viré/ y ya no sé qué quiero hacer/ al menos sé lo que no quiero”.
Asistimos, en su complejidad, a una tensión entre fragilidad y resistencia: “flacos y doblados parecemos origami/ los lugares adonde voy, preguntan quién es, qué soy/ soy el mono más rabioso de todo el safari”. La primera frase genera una imagen de un ser más bien pequeño y suave, una figura de papel, ¿a quién le pegaría un flaco hecho de pliegues de hojas? Pero finaliza con una reivindicación de cierta dureza, no solo un rabioso, sino el más rabioso. Ciertas apariciones de la masculinidad más rancia en las líricas de Wos se pueden rastrear desde la composición lírica en el freestyle (recordemos que, al principio de esta canción, el tipo duro rapea), donde la vorágine y necesidad de improvisación hacen aparecer con más facilidad, y menos filtros, significados y sentidos que uno lleva incorporado. El estribillo de ‘Terraza’ parece brindarnos otra posibilidad: con “Ya no sé muy bien nada lo que me pasa”, aparece otra vez el hacerse cargo de la inseguridad, mientras, “encontré la llave y me olvidé dónde es mi casa” desarticula las complejas relaciones entre patriarcado, hospitalidad y hogar. Luego “Creo que hace tiempo vivo en una carcasa/ dame un abrazo y se me pasa”, donde la carcasa puede ser la masculinidad que trabaja con exigencias de invulnerabilidad, silencios y resentimientos, ante la que aparece el pedido de un afecto, de un cuerpo en contacto para curarse.
Por último, ‘Pantano’ y ‘No Va a Bajar’, ya pertenecientes a su disco Caravana (2019), tienen algunas frases que pueden seguir funcionando en torno a estas ideas. En el tercer track canta: “tengo una colección nueva de muy lindos gestos/ y mi cara real aparece cuando me acuesto”. La palabra gestos tiene una trayectoria en el rap con relación al engaño y a lo poco genuino. Y no solo son gestos sino que son muy lindos, es decir seductores, atractivos, productivos. Se puede pensar en la armadura que los hombres (y las personas) nos tenemos que hacer para sobrevivir a, y en este mundo. Pero lo que hay detrás de esa carcasa, la persona allí debajo, solo se deja ser en el momento de la soledad. Luego, en ‘Pantano’, canta: “y antes de endurecerme y joderme por completo/ prefiero que la luna haga espuma de mi esqueleto”. Creemos que la frase disputa contra la idea de los varones duros que no lloran ni sienten, que de la frase “los chicos no lloran” se llevaron una mutilación emocional; los chicos de hielo, los gestos y la coraza. Aquí pide no endurecerse y escapar de esa codificación de la persona. Para finalizar, un préstamo de cierto discurso asociado a usos feministas de esta década que se fue, y su relación con la luna y sus ciclos. En vez de endurecerse, cerrarse, en definitiva clausurarse, preferiría que la luna, símbolo de otra forma de relacionarse con el mundo, lo haga agua, lo desate, lo esconda. No suelen ser esas las pretensiones del mandato de la masculinidad hegemónica y su exigencia de dominación
Para finalizar, aclarar que esta nota no pretende emitir ningún juicio, ni positivo ni negativo, sobre Valentin Oliva, porque no nos interesa, porque no podríamos y porque es necesario advertir que hay una gran distancia entre lo que los hombres decimos y lo que, al final, hacemos en pos de nuestra (vamos a usar por fin esta compleja palabra) deconstrucción. Este trabajo busca pensar sobre un corpus lírico que es de los más oídos por la juventud, adolescencia y niñez, para señalar potencialidades de ciertos significados que aparecen y que pueden servirnos para empezar a trabajar nuestras masculinidades. Sin querer ser individualizantes, es necesario reconocer que hacemos carne (de) los mandatos y estructuras, y pensar en algo que los varones —pero también todes— tenemos que empezar a ver: uno de los principales enemigos lo llevamos marcado en el cuerpo, nuestro pequeño enano fascista. Por eso es que “hay que ser valiente para pelear con tu sombra”.
*Wos se estará presentando en el próximo Lollapalooza y acá podés comprar tus entradas.