Hoy vamos a pensar la figura de Axel Fiks: el joven bonaerense se muestra como un chico sensible y dramático, construyendo una imagen de sí mismo basada en la tranquilidad y la sinceridad y apostando deliberadamente por una ternura que rompe con el papel del hombre duro. Al igual que en la nota sobre Louta, nos preguntamos qué significa ser un varón sensible artísticamente y cómo lo podemos relacionar con la masculinidad. Ahora bien, ¿podemos ver y escuchar en la producción de Axel una sensibilidad diferente alejada de los aspectos más rancios de la masculinidad?
Daremos un pequeño rodeo. Pensemos en la frase «música para putos», ese estigma del pop en nuestro país que denigraba toda producción musical que no era rock. ¿Qué significa esto? ¿Qué es la música para putos y cual es la cualidad que la define? ¿Está en el sonido, en las letras? La cantidad de piezas que han sido descritas de tal manera es muy variada, ya que en realidad lo que hace es marcar la diferencia: tiene que ver menos con lo gay y más con la música hecha por y para hombres que no entran dentro del modelo del rockero. Nos preguntamos, ¿cómo es posible que la música, un artificio, lleve en sí la marca del género de quien la crea?, ¿por qué relacionamos géneros musicales con géneros identitarios? Además, ¿cómo relacionamos la música con cierta orientación o práctica sexual, que no es lo mismo que el género? Como si hubiera algo de la sexualidad y del género de la persona que crea y que escucha que se filtra en el producto musical.
Una entrevista que hizo para Página 12 presenta a Idilio (2018) como un disco transgéneros. Si bien tal palabra probablemente esté refiriéndose a los géneros musicales en un trabajo donde son en extremo fluidos, creemos que su elección no es tan inocente. Nos da una pista para pensar que hay algo que rodea la imagen y el producto de Axel que se acerca a la bisexualidad, a cierta tensión entre el maquillaje y el descuido, que propone una corporalidad otra, una enunciación otra, una sensibilidad diferente, y que se expresa de alguna manera en toda su producción musical.
“CON AXEL PENSAMOS EN DIFERENTES PUNTOS DE PRESIÓN POSIBLES PARA DESARTICULAR EL EJERCICIO HEGEMÓNICO DE LA MASCULINIDAD”
No tenemos forma de saber qué sería una musicalidad bisexual, pero hay sonidos y contextos sonoros que ayudan a pensarlo. Victor Lenarduzzi es un investigador de la música electrónica que en su libro Placeres en Movimiento (2012) le dedica algunos capítulos a la relación entre sonido, baile, cuerpo y drogas. Como algunes sabrán con experiencia de primera mano, la fiesta y la excitación sintética pueden crear un espacio que facilite la experimentación corporal, la tensión de los límites y los placeres. Así es como pensamos la canción ‘Ojitos de MD’, esa suerte de oda al cuerpo drogado y sexuado. Queremos ver una (pre)disposición sexual que se aleja de la norma, que se mueve hacia un encuentro con el otre. No sabemos si le canta a un chico, una chica o une chique, pero lo más interesante es que no parece importar, porque la experiencia que se relata prescinde de esa distinción y habla de otra sensualidad/sexualidad. “Te quiero meter en mí”, como un cuerpo que busca fusionarse en vez de someter. La importancia del verbo «meter» en el vocabulario sexual de la masculinidad nos ayuda a pensar en ese intercambio de lugares: “te quiero meter en mí” en vez de “te la quiero meter”, habla de una experiencia de la sexualidad que intenta escapar de las rejillas de la norma.
Axel también le canta a chicas y tiene frases del tipo “Quiero salir con una modelo”, mientras que a la vez podemos ver una construcción lírica que está muy atenta a los grandes discursos que atraviesan el país. El producto más claro y reconocido que le guiña un ojo al movimiento feminista es la frase que comparte con Paco Amoroso: “Como una iglesia esto arde”. Vemos que cuando se piensa en la dimensión política de una letra o de una canción, la pregunta es cómo se configura una enunciación y no estrictamente las palabras que usa: desde qué lugar se está diciendo lo que se dice.
Creemos que Axel nos puede ayudar a pensar en diferentes elecciones, puntos y lugares desde los cuales se puede hacer presión para desarticular el ejercicio hegemónico de la masculinidad. La performance no es como se suele creer ingenuamente, una decisión o un libreto que uno sigue, sino un producto de la repetición, un efecto de la iterabilidad: el poder del género está no en que lo tomamos sino en que reaparece y se repite a sí mismo en nosotros.
La masculinidad como género no es algo que uno pueda sacarse de encima de un momento a otro, sino un poder que nos conforma y nos hace ser. Así, la resistencia a la performance masculina se encuentra en esos pequeños actos de salirse de sí, pero también está en el buscar, cotidianamente, otra forma de estar el mundo. O mejor, hacer que nuestro estar en el mundo intente habilitar otros mundos posibles, aún sin saber todo el tiempo lo que estamos haciendo: “Te quiero tocar de una forma que no sé explicar”.
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