No existe mejor sentimiento que el de sentirse parte de una película. Esa noche, a las puertas de Niceto, todos los presentes parecían formar parte de algo que los trascendía, que iba mucho más allá de sus vivencias pasadas o sus planes futuros. Un clima de euforia y buena onda los rodeaba, al tiempo que esperaban su turno para entrar al recinto en una fila que superaba la esquina de la cuadra. Tal como afirmaba el sitio web destinado a la compra de entradas, esa noche solo tenía sentido estar en Niceto escuchando a Lucas & The Woods.
El inicio del show fue contundente. Rodeados de una ola de aplausos la banda se subió a las tablas al ritmo de sus mejores hits: ‘Vampiro’, ‘Solo’ y ‘No Es Amor’ fueron algunos de los elegidos para darle la bienvenida a un público deseoso de pasarla bien. El pogo no se hizo esperar, y fueron varias las ocasiones en las que Lucas Engel (frontman) se acercó al borde del escenario e invitó a la audiencia a cantar las canciones. La fidelidad de ésta se reflejó en el resultado: hasta los coros fueron interpretados a viva voz.
La calidad performática del grupo fue evidente desde el primer minuto
Tal como afirmó su vocalista en una entrevista reciente con SPE, el objetivo del grupo es narrar a través de las letras situaciones complejas de manera simple, de forma tal que todos podamos sentirnos identificados. Sucede particularmente con ‘No Queda Nada’, una de las baladas más grandilocuentes de su repertorio. El inicio es sumamente desgarrador: “Yo sé correr y sé escapar, me sé perder en la ciudad. Pero no aprendí a quererte”. Que la vibra popera no te engañe: esta banda es muchísimo más que un montón de canciones felices. Más allá del increíble componente visual y sonoro que tienen, su propuesta lírica es extremadamente profunda. Teniendo esto en cuenta, la aparente sencillez con la que es ejecutada provoca que los mensajes sean mucho más directos y contundentes.
El formato acústico no inhibió a los integrantes ni provocó un descenso en la energía
La calidad performática del grupo fue evidente desde el primer minuto. La energía de Lucas al interpretar las canciones provocaba que éstas se volvieran sumamente dinámicas y divertidas; las llenaba de vida, y se las regalaba a un público que (con sus gritos y su pogo) las volvía aún más grandilocuentes. La performance del resto de los integrantes también fue excelente: Mateo Rodo nos brindó unos solos de guitarra que permanecerán en la memoría de todos por mucho tiempo, la habilidad de Andy Schneir en el bajo fue patente desde el inicio y Willo Sarmiento brilló en la batería durante todos los temas. La simbiosis entre los cuatro fue perfecta.
El setlist incluyó algunos tracks interpretados en formato acústico. ‘Hey Vos’ ‘FRIENDZONE’ y un hermoso cover de ‘Sin Gamulán’, de Los Abuelos de la Nada, fueron algunos de ellos. Para quienes no están tan involucrados en el proyecto del grupo este hecho pudo haber resultado un poco extraño. Aún considerando que la versión extendida de Cultura Pop (2020), su último álbum, incluye algunos temas interpretados de esta manera, la mayor parte del repertorio tiene claras influencias del pop más bailable y potente de los ‘80. A pesar de esto, el formato no inhibió a los integrantes ni provocó un descenso en la energía. Sucedió todo lo contrario: la potencia interpretativa pareció duplicarse.
Considerando el alto componente visual que tiene la propuesta de la banda, era claro que la estética del show iba a estar extremadamente cuidada. Niko Sedano (quinto integrante, encargado de la dirección artística) nos brindó una puesta de luces impecable.
Lucas & The Woods se despidió al ritmo de ‘Pensacola’, track que dio su nombre al álbum que les valió una nominación a los Grammy Latino en 2018. El público estaba eufórico, y las sonrisas de los integrantes confirmaban lo mucho que habían disfrutado el show. El Propaganda Tour apenas está comenzando, y no hay dudas de que el grupo cosechará grandes éxitos en los meses venideros.