Ya pasaron casi tres años de la publicación de Crucero Cristal (2019), el álbum con el que Anyi se dió a conocer públicamente como cantante y productora. Sobrevive muy bien a la máquina licuadora de tiempo que resultó ser la pandemia y suena con la frescura propia de un material que siempre es nuevo. La mendocina es, por sensibilidad y geografía, la heredera del manso indie.
‘Sueño Tsunami’ es su hit, una canción con baterías programadas y un loop de acordes de guitarra que combina ternura con desesperanza y se completa con un diseño sonoro que remite a una sala de alfombras, o nubes, o cualquier material en el que no te podes hacer daño.
“La reacción de mi cuerpo al improvisar es importante para evaluar las melodías”
Como a muchos y muchas, la música de Anyi le llega “en un momento de tristeza y muchos cambios”, impulsada por “el amor, las amistades, la familia, la naturaleza, el mundo y todas las personas”. ‘Chimba’ empieza con una modulación muy grave y juega a la maquinita durante un minuto. Cuando todo empieza a sonar limpiamente, la voz cantando miau miau, con inocencia tierna sobre una melodía de sintetizador. Una canción reina de stories de gatos.
La creación para ella parece ser un acto de intensidad que permite la apertura de otras cosas: “Para crear me gusta ver cómo reacciona mi cuerpo ante las melodías que voy sacando. Es un gran método para canalizar las emociones, a veces termino riendo o llorando después de improvisar”. Así suena ‘Cuerpo N’, un pequeño delirio «tecnoespacial» con sintetizador de infancia y fantasía.
‘5 Kilómetros’ nos presenta líneas con vocoder y sus consecuentes reminiscencias al proyecto «bilieileshiano», pero desde un mucho más luminoso. ‘Túnel’ puede funcionar como manifiesto del disco y de Anyi hasta el día de hoy. Es canción, lamento, programación y profundidad armónica, sobre una voz que parece ser espuma: “¿cómo se dibujan las cosas que no se pueden tocar? Sigo subiendo a partir mis huesos, sigo subiendo directo a partir mis huesos”.
Todo funciona para combinar oscuridad, densidad, laberinto, calidez, inocencia y ternura de una forma muy particular. También hay canciones reconocibles, indies, con baterías analógicas y melodías que apuntan a la radio. Entre ellas ‘(H)olas’ o ‘Many Roads to Follow’, un jingle rock a lo beatle, versión traducida de un demo de The Nerves.
“La industria de la música es bastante hostil, yo estoy aprendiendo a nadar a mi propio ritmo”
Muchos samples de aplausos aparecen por aquí y allá en el disco. Se empieza a ir con ‘Pasto’, una canción en la que Anyi canta sobre el rasguido de una guitarra acústica, y se convierte en un lentísimo R&B con melodías orientales y adlibs a lo Rosalía. Se va con una base que juega a ser reggaetón o cumbia, siempre suave y cool, siempre atento, siempre medido.
“La industria de la música puede ser bastante hostil y se exige lo inmediato. Yo estoy aprendiendo a nadar en el caos con mi propio ritmo: voy cocinando todo a fuego lento, así es como me siento mejor”, nos explica la mendocina de su propio recorrido. Se entiende así su aparición, su muy buena recepción, y su continuado silencio.
Crucero Cristal es un álbum hermoso que se le anima a las canciones largas, a los sonidos ambiente, resultado de una mixtura serena y severa por igual. Tuvo una buena recepción: pasó por escenarios como Niceto Club y viajó a varias provincias. Por primera vez se presentará en Cosquín Rock, en el escenario Boomerang junto a bandas como Hipnótica y Plastilina, acompañando la grilla de un festival que invita a muchas jóvenes promesas como Vosque, MOY y Vale Acevedo.
Así de sincera como Anyi suena en su música, no tiene problemas para declarar sobre el festival: “Nunca fui ni me interesó mucho”. Pero también es optimista: “Pronto me llenaré de recuerdos para contar, de eso no tengo dudas”.
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