En el marco del ciclo IndieFuertes, Niceto Club abrió sus puertas el pasado 13 de febrero a las 20:45. Un horario, por lo menos, inusual para el público que estaba llegando. Con una propuesta diversa y entretenida, tres proyectos bastante diferentes entre sí iban a regalarnos una prolífica jornada musical.
Sonaba Bob Marley para ir calentando el recinto. La gente esperaba a Anyi, pero una introducción de sintetizador y bombo a tierra sorprendía y confundía a la audiencia. Cambios de horario a último momento hicieron que, en vez de la mendocina, Varese se encargara de inaugurar la jornada. Para arrancar suavecito, ¿no? ‘Sábanas y Mambos’ fue el tema elegido para empezar y, al cabo de los primeros compases, el público ya estaba entregado al movimiento y la danza. El dúo de electrónica abrió la noche con poderosos beats y una estética sonora que iba y venía entre un DJ set y la impronta de The Whitest Boy Alive. Si existe algo como el «electro rock», estos chicos ya están haciéndolo. Manuel Tello (guitarras y voz) y Gonzalo Rojas (sintetizadores y teclado) se presentaron vestidos full black y sin demasiadas palabras, se concentraron en lo que saben hacer: poner a la gente a bailar.
Un juego de luces azules y violetas desde sus espaldas nos permitían ver solo sus siluetas. Con ‘Luces del Bosque’ la pista se puso pesada; destacamos el riff de guitarra de esta canción, que también vacila entre los trabajos de Erlend Øye y una sonoridad rockera. En ‘Fiebre’, Manuel acostó su guitarra para dejar que Gonzalo brille un poco solfeando en su Korg Ms20 mini, una joyita de los sintetizadores analógicos que es un placer de escuchar en vivo. Sin llegar a ser tan pesado como un techno, el deep house con influencias rockeras y detalles de progressive de ‘Desaparecer’ cerró el show de Varese entre cortes brillantes y buenos solfeos de una guitarra con muy leve delay. Los muchachos se fueron muy aplaudidos porque su presentación fue una gran manera de abrir el espectáculo, aunque todes estuviéramos esperando que el grupo de música electrónica fuera el que nos despidiera.
El telón se abrió y, con una gran sonrisa, nos saludaba Anyi. Se presentó en formato reducido: ella con una Fender Stratocaster negra dibujada con fibrón, y Eve Calleti con una Gibson SG y una consola para disparar las pistas. Su tranquilidad, su tonada que se robó suspiros, su sencillez y su franqueza fueron los elementos principales de un bonito recital que, por íntimo y tranquilo, también podría haber sonado en un bar. Ángela Aparicio, nombre completo de la mendocina, no tuvo ningún tipo de problema en compartirle al público, mientras se reía de sí misma, lo que le estaba costando el trabajo de disparar las pistas.
‘Chimba’ fue la canción elegida para abrir y hacer aparecer, desde los maullidos, un montón de ternura. El tercer tema fue ‘Pasto’ y lo presentó diciendo que antes le hacía mal tocarlo y que no le gustaba hacerlo, pero que ya lo había superado. Cuando terminó se rió de su compañera: “La Eve se equivocó”, le canturreó. Si bien el formato del show fue muy bello, creo que más de une extrañó los efectos vocales de la versión de estudio. Sorprendió con una hermosa versión de ‘Canto de Aquí Para Allá’, del uruguayo Gustavo Pena (también conocido como El Príncipe), que el público coreó y agradeció. ”Vamos a ponernos acorde a la fecha”, dijo y le dio play a una pista con un bmp más acelerado del que venía utilizando, el cual utilizó para cantar ‘Pasajera’, algo así como una «softrónica», si me permiten el juego de palabras. Su versión de ‘Many Roads to Follow’ también sonó sobre una base movidita y un gran arpegio de Eve, pero otra vez se extrañaron elementos de la versión del álbum. Su canción más conocida, ‘Sueño Tsunami’, fue el track para cerrar. Sin todo el espectro de sonidos que se escuchan en el disco, se hizo muy evidente en las pistas que Luca Bocci fue el productor de estas canciones. Anyi nos supo dar una presentación destacablemente tierno, ya que significó un poco de suavidad entre dos propuestas más tumberas. Se fue entre risas y un montón de elogios y agradecimiento para sus compañeres de fecha.
Llegaba el turno del plato fuerte de la noche: Rubio empezó a tocar ‘Coral’ con el telón cerrado y les asistentes empezaron a gritar para que lo abran. La virtuosidad del baterista sobre el hi hat nos alejaba de referirnos a un dance hall, pero esa versión podría entrar en algo así como un hard dub. La chilena Francisca Straube tenía un set de percusión, y cerraba la formación un tecladista. En el segundo tema, ‘Árboles’, la vimos pegarle a su crash con la mano y ver cómo el plato desajustado quedaba suelto. Para ‘Lucy’, prepararon una versión que coqueteó con el triplet flow y el andestep. La base quebrada de ‘Mátame’ hizo que alguien le gritara “¡gracias por venir Rubio!”, provocando que la chilena levante la cabeza (buscando a un interlocutor que nunca encontraría) y responda con una sonrisa franca: “No, gracias a ustedes”.
Los comandados por la trasandina tocaron una versión de ‘Fuego’ con un bmp más acelerado de lo normal para poner a la gente a bailar, mientras tanto, ella tocaba algunos solfeos en su sintetizador y un instrumento muy extraño con forma de abanico y sonido como de pezuñas. En ‘Pájaro Azul’, llegamos a la clara exposición de un problema: se volvió casi imposible entender la voz debajo de tantos filtros y en una producción sonora tan completa y compleja, alguien hasta le gritó que “no se entiende”. ‘Seres Invisibles’ fue el momento más electrónico de su show, con violines sobre la pista y ella tocando una pandereta a la vez que practicaba excéntricos pasos de baile. Como ya le había adelantado a SPE, tocar en vivo le resulta una gran experiencia, y así se la vio: relajada, casi en trance, pero muy consciente de lo que estaba haciendo, disfrutando de su recital. ‘Hacia el Fondo’ fue el último tema, con intensos sonidos electrónicos y una gran línea de bajo. La gente lo bailó con muchas ganas y se quedó coreando por otra canción. Rubio se fue del escenario y, mientras la gente aún pedía por “una más y no jodemos más”, el DJ le dio play a ‘Vámonos de Viaje’. Rubio y sus músicos reaparecieron en el escenario, la gente se puso a festejar, pero a la cantante le terminaron cerrando el telón en la cara. Mientras su rostro se perdía entre las cortinas, pudimos verse dibujar un ambiguo gesto de indignada diversión.
Es cierto que en las puertas de Niceto ya se acumulaba la gente que venía por el turno nocturno, pero es necesario decir que ese fue el último de una serie de desaciertos que hicieron que la fecha no esté a la altura de lo que podría haber sido. Diremos que el nivel musical sobrepasó el de la organización, y si bien eso es lamentable, es mejor así que al revés.
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