Con la excusa de celebrar los treinta años del lanzamiento de ¡Ey! (1988), su cuarto álbum, Fito Paéz brindó shows en el Gran Rex este jueves y viernes pasados. Estas conmemoraciones ya son costumbre para el rosarino: lo hizo igual en 2015 celebrando el aniversario de ‘Giros’ (1985), y antes celebró la trayectoria ‘Del 63’ (1984). Dentro del teatro y en las afueras, sobre la calle Corrientes, el ambiente palpitaba que algo pasaba: había una sensación en el aire que quienes hemos vivido este tipo de fecha conmemorativa sabemos percibibir. Público de todo tipo, jóvenes y no tanto, padres de familia con los más chicos, parejas y solitarios recibieron entre aplausos al cantautor cuando se abrió el telón y se dejó ver interpretando ‘Otra vez al sol’ en el micrófono mientras su banda sonaba de fondo. Diego Olivero en el bajo, Juan Absatz en teclados, Gastón Baremberg en la batería, Juani Aguero en la guitarra eléctrica y Ana Alvarez de Toledo como corista fueron los encargados de hacer lucir a Rodolfo, pero tuvieron cada uno sus momentos para brillar durante la noche.
Nunca va a dejar de impresionar cómo la voz de Páez suena igual de fresca que en los ochenta: su modulación, las notas que alcanza y el acento que lo caracteriza están intactos después de toda una vida cantando. Llega ‘11 y 3’ y se sienta por primera vez en el piano, como se sentó siempre, pero con la mochila cargada con toda su carrera, lo que le da la espalda para pararse en el primer coro y dejar a toda la sala cantando, un capricho que los años te dejan cumplir (y de los cuales se dio durante toda la noche). Este calentamiento hitero no paró, y un par de temas más adelante, entre el final de ‘Al lado del camino’ y el arranque de ‘El amor después del amor’, la gente se levantó de sus asientos por primera vez para aplaudir, bailar y hacerle llegar todo el cariño que podía al rosarino, quien asentía y sonreía.
“No se sabe cómo llega uno acá pero cuando llega tiene que dejar de hacer preguntas”, dijo entre risas, reconociendo la trayectoria que ha hecho pero dejando ver que todavía se emociona y se deslumbra como cuando joven, con una humildad que no perdió nunca. “Hace 30 años hicimos un disco que todos aquí amamos. Así que hagamos un tema”, fueron las palabras con las que se dio el pie al homenaje en sí, antes de hacer ‘Lejos en Berlín’ y todo el disco completo en orden, un lujo que solo artistas de la talla de Fito le pueden dar a sus seguidores. Consciente del contexto de hoy y de la trascendencia de su música, cambió el estribillo del segundo tema del álbum, ‘Solo los chicos’ a: “Solo los chiques, solo los chiques”, pintando sonrisas y sorpresa en el público, que tanto se sorprendió como aprobó el guiño y lo acompañó en el coro. Lejos estuvo de ser el único momento con tintes políticos:en ‘La ciudad de los pibes sin calma’, unas visuales de marchas de Ni Una Menos y de manifestaciones por Santiago Maldonado dieron más vida al tema y emocionaron por partida doble a la sala.
Después de los nueve temas que estaban de aniversario, el primer invitado de la noche fue una grata sorpresa: Fran Saglietti de Francisca y Les Exploradores. Ante un público que quizás no lo conocía del todo, pero que al final de la canción la terminaría coreando, el mendocino salió a hacer ‘Villa Urquiza’, tema de su nuevo disco que cuenta con la colaboración del rosarino. Este momento clave terminó de cobrar sentido en las palabras de Páez, que mientras lo despedía lo señaló y dijo: “Son los que vienen, los que están ahora”, y extendió el puente entre los clásicos de siempre y los que están por venir. La escena independiente entrando en contacto con lo más puro del rock nacional. Fito con este pequeño gesto tiró abajo muchas barreras y dejó ver su apreciación por la música independiente que empieza a tomar fuerza. Acto seguido hizo evidente su postura en uno de los temas más calientes del país al amarrarse un pañuelo verde al brazo para ‘La ciudad liberada’, y entrar así en una etapa del show cargada de los mejores momentos que tiene en su carrera.
El público entero poniéndose de pie para bailar ‘Circo beat’, todos con el flash del celular iluminando en ‘Recuerdos que no voy a olvidar’, y unas visuales increíbles en ‘Ciudad de pobres corazones’ fueron algunos memorables momentos de la noche. Si algo no se pudo explicar es como considerando la producción y talla que tiene Fito Páez, no contrata vientos en vivo y usa la pista, lo que para mi no le quita per se algo al show, pero lo priva de tomar una dimensión un poco superior. Es una duda que me hice a lo largo de la noche y varios temas donde simplemente lo grabado no terminaba de conectar.
Después de ‘A rodar mi vida’ el protagonista de la noche fue ovacionado por todo el teatro y, tras un pequeño encore, volvió a sentarse al piano para entonar una emotiva intro de ‘Yo vengo a ofrecer mi corazón’, a la cual se sumó ni más ni menos que Lali Esposito, que terminó de desatar la locura en el público: otro guiño a la música popular joven que se hace en el país, otra de ‘las que están ahora’. ‘Mariposa technicolor’, ‘Dale alegría a mi corazón’ y ‘El diablo de tu corazón’ dieron el fin a una noche mágica de esas que tienen la mística del Rex intacta y la dejan palpitar desde que uno está en los alrededores de Calle Corrientes.
Una carrera como la del cantante sólo puede ser celebrada por su protagonista; nadie conoce más a su público que el rosarino, que domina el escenario y puede con un gesto tan simple como levantar un dedo poner a todos a aplaudir, bailar y también a callar. Esperemos que Páez se termine de reconciliar con la ciudad (de pobres corazones, liberada, o como quiera) y se muestre más seguido. Aunque las celebraciones de sus obras siempre son noches únicas, daría gusto verlo con más frecuencia hacer shows sin premisa y donde pueda mostrar otras facetas, aunque a estas alturas, sabemos, Fito puede hacer lo que quiera.