La figura de Chet Baker necesitaba una película que estuviera a la altura de su carrera. La azarosa existencia del máximo exponente del west coast jazz, repleta de excesos y decesos, tuvo todos los condimentos para hacer de su presentación en cine una obra atractiva. El encargado de realizarla fue Robert Budreau, en Born to be Blue (2015), y fue Ethan Hawke quien se puso en los zapatos del James Dean jazzero.
El film comienza en la Italia de 1966 con un Baker en plena decadencia, encerrado en una cárcel, cuando le visita el productor Dino de Laurentiis, ofreciéndole relanzar su carrera con una película sobre su vida. Born to be Blue toma este escenario como excusa para jugar con elementos metanarrativos y combinarlos con los recursos clásicos de una biopic. ¿El resultado? Una estructura sólida y no convencional en la cual la actuación de Hawke logra lucirse ampliamente.
Durante el rodaje del film de Laurentiis, el músico se enamora de la actriz que interpreta a su mujer, abriendo el camino hacia una historia de amor interracial. Jane (Carmen Ejogo) se convierte en su sostén, dándole el cariño y atención que necesita, ya que en ese momento comienza a sustituir la heroína por metadona. A una situación naturalmente complicada, se le suma el factor desencadenante del film: la paliza que recibe el protagonista por parte de unos traficantes que le destrozan la mandíbula. En un escenario desolador, su incapacidad para tocar la trompeta, la lucha contra sus adicciones y sus deseos de volver a los escenarios son los motivadores de un hombre roto que busca recomponerse a sí mismo.
“Una road movie espiritual en la que el viaje es la búsqueda de un músico por ser una mejor versión de sí mismo”
La cámara de Budreau retrata una actuación repleta de añoranza por parte de Ethan Hawke, interpretando los picos y valles de un alma fervorosa que busca volver al lugar donde fue feliz. A raíz de esta apreciación, podría decirse que Born to be Blue es una road movie espiritual, en la que el viaje es la búsqueda de un músico por ser una mejor versión de sí mismo y el motor es la pasión.
Alejándose de los clichés del género, Born to be Blue rescata la imagen de un icono y eleva su legado sin regocijarse en un drama estereotipado. La historia de Chet Baker es una historia dolorosa, pero Budreau tuvo el buen gusto de retratar los años donde su figura emerge de sus peores momentos para superarse a sí mismo. De su proceso de rehabilitación, su amor con Jane y, sobre todo, su pasión por el jazz, podemos aprender algo: siempre tiene que haber música.