HE VISTO A WEEZER: ENAMORADO ESTOY

La eterna espera terminó

Fotos por @mecp.h

Entre los grandes misterios sin resolver, como la razón científica de por qué bostezamos o la enigmática física que mantiene estable una bicicleta, los argentinos teníamos uno propio: por qué Weezer, una banda icónica con apenas tres años de pausa en tres décadas, nunca había pisado nuestro país. Esa deuda quedó saldada el pasado miércoles, cuando los angelinos se presentaron por fin ante un Movistar Arena enardecido.

Con la pulsera verde del campo delantero (un privilegio que agradezco, pero una división que me desagrada profundamente) todavía en mi muñeca, asumo la responsabilidad de escribir una crónica que no sea solo un ejercicio de fanatismo. Esa misma pulsera me susurra que, si fuera un verdadero profesional, me la habría arrancado al salir del reci en vez de soportar la incomodidad que me produce cada vez que usé el mouse o lavé un plato en estos últimos días. Pero haré oídos sordos a este pequeño recurso narrativo. 

A pesar de lo especial que era la llegada del conjunto al país, la venta de entradas no habría colmado las expectativas. La temporada alta de shows internacionales y la realidad económica obligaron a muchos a elegir entre un recital y otro. Fue así que la organización decidió no habilitar la platea alta. Los fanáticos que habían comprado tickets económicos para ese sector del colosal venue de Villa Crespo recibieron entonces una grata sorpresa: un upgrade que los reubicó en platea baja, mucho más cerca del ruido y de los esperados californianos. Gracias a esta movida, la platea baja se completó a la vista, mientras que el campo lucía prácticamente lleno.

Finalmente, las luces se apagaron y ante una ovación enorme, los Weezer subieron al escenario. Sin mediar palabras, Patrick Wilson, histórico baterista de la banda que en esta gira le cedió su lugar a Josh Freese para hacerse cargo de una de las guitarras, tocó el riff acústico que da inicio a ‘My Name Is Jonas’, cuya letra fue acompañada por las gargantas de todos los presentes.

Arrancar con la primera canción de su celebrado debut, Weezer (1994), marcó el camino de la noche: el del recuerdo. Los temazos se fueron acumulando, recorriendo la gran mayoría de ese primer disco y sumando los hits más reconocidos de su repertorio: ‘Island In The Sun’, ‘Hash Pipe’, ‘Beverly Hills’ y una versión de ‘Pork And Beans’ en la que Rivers Cuomo, un reconocido fan del fútbol, cambió la letra para cantar: “Diego Maradona sabe la manera de llegar al tope de los rankings. Tal vez si trabajo con él, pueda perfeccionar ese arte”.

En la pantalla principal del estadio, las visuales mostraban imágenes espaciales, versiones 3D de planetas extraños, misteriosas nebulosas y hasta un típico dinner americano con un cartel de neón bien grande con el nombre del grupo. Las pantallas secundarias mostraban planos cercanos de los músicosl para que a nadie le queden dudas que eso tan hermoso que estaban escuchando era, por fin, Weezer.

El sonido fue claro y genuino a lo que tantas veces escuchamos en sus discos. Esa distorsión rabiosa pero a la vez contenida, tan particular de las guitarras y el bajo de esta banda. Tan perdidos en el sonido estábamos que no reparamos en que Rivers no había dicho una palabra al público. Los temas sonaban enganchados, dejando pocos espacios para la ovación y la palabra. Fue recién después de ‘Holiday’, novena canción de la lista, cuando finalmente el cantante, en un español cuestionable, dijo: “Mucho gusto conocerlos. Es tiempo para Weezer”. La frase, torpe y adorable a la vez, se llevó una abultada ovación.

Además de escuchar lo más destacado de su repertorio, también nos llevamos la sorpresa de que tocaran ‘Enter Sandman’ de Metallica, que fue cantada al unísono (y pogueada) como un tema más de la banda. Fue una versión bastante fiel a la original, con todos sus cortes y cambios, aunque empapada del sonido característico de Weezer y sin el icónico solo de Kirk Hammett.

Después de tocar ‘Say It Ain’t So’, los músicos se despidieron y ensayaron la clásica falsa retirada. Tras la insistencia del público, volvieron para un bis que se limitó a una sola canción: ‘Buddy Holly’. Si bien es un clasicazo y todos lo celebramos enérgicamente, se sintió como un guión que no estaban dispuestos a alterar, sin importar los años que esperamos por ese show. La alegría era tanta, que tampoco importó.

Y así fue. Weezer tocó en Argentina. La chica más desafinada de la ciudad, pero también la más apasionada, gritó a fondo cada una de las canciones en mi oído (al igual que todos los que estuvimos ahí). Es hora de sacarme esta pulsera. El recuerdo, ese sí, se queda para siempre.

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