Regresaron Los Caballeros de la Quema por segunda vez. Tras el multitudinario recital de 2017 en La Plata, la banda liderada por Iván Noble pisó suelo porteño a casi dos décadas de lo que parecìa su final. Con una catarata de éxitos noventosos y de principios de milenio, seis discos de estudio y letras que abarcan un paraíso que fluctúa entre lo bohemio y la crítica socio-política, supieron meterse entre los grupos más respetados del ambiente local. El lunfardo de los Caballeros exprime al máximo cada estrofa y cada estribillo, con el bar y la calle como dos de los epicentros en los que se sitúan las historias creadas por Noble y compañía.
Desde Morón hasta Paternal, el viaje que en 2019 cumple tres décadas de historia se detuvo en una estación que incluyó a unos personajes que, aunque conocidos en el barrio, esta vez fueron por todo: los pungas. Luego de que la cuenta regresiva expuesta en la pantalla luminosa llegara a su fin, ‘Celofán’ desató a la vez el primer salto coordinado del público y la ingeniería de hurtos masivos en la parte baja del Estadio Cubierto Malvinas Argentinas. SPE pudo comprobar desde la entrada a la parte techada del recinto cómo varios espectadores acudían desesperados para pedir ayuda a los guardias de seguridad.
Piñas van, piñas vienen, los muchachos no se entretienen: entre golpes y linchamientos, bajo la oscuridad del campo y la alta concurrencia de gente (6.500 es el número oficial) prácticamente se impidió el trabajo normal de los hombres de negro para atrapar a los malhechores. Los pocos detenidos fueron derivados a la Policía y les sustrajeron no menos de diez celulares por cabeza, según SPE pudo comprobar.
Mientras tanto, hubo un recital. ‘Todos atrás y Dios de 9’ y ‘Patri’, dos de los infaltables del extenso repertorio quemero, decoraron el primer segmento de una noche que se extendió por más de dos horas. No tardó mucho en darse cuenta la banda de lo que estaba sucediendo abajo: “¿Qué pasa con los celulares?”, esbozó con cierta tibieza Iván, antes de continuar rápidamente con el show, algo que no cayó muy bien por varios seguidores. De hecho, SPE charló con algunos de los que salían del campo para dirigirse hacia la zona outdoor y todos ellos afirmaron con fastidio y enojo que “podrían haber prendido las luces y parar el recital para que agarren a los ladrones, tal como hizo Attaque 77 en este mismo lugar”.
‘Qué pasa en el barrio’ pareció una descripción del momento, al tiempo que Noble pidió que “levantaran la mano los que tenían más de 40 años de edad”. Desde la valla fueron alertados nuevamente de la ola de hurtos, aunque no habría más comentarios por parte de los integrantes de la formación. Con ‘Cero mensaje en el contestador’ y ‘Jodido noviembre’, los bonaerenses siguieron adelante con un sábado de furia, descontrol y nostalgia. ‘No chamuyes’, dedicada al fanfarrón de barrio, fue una de las predilectas por el público, aunque ‘A sangre fría’ la volteó de un plumazo por su contundencia y voracidad. El pogo en ‘Rómulo y Remo’ y los reflexivos poemas que constituyen ‘De mala muerte’ y ‘Otro Jueves Cobarde’ (grabada junto a Joaquín Sabina) completaron el segundo lapso, caracterizado por los altibajos emocionales y las capturas de más amantes de lo ajeno.
Otra perlita incluida por los de zona Oeste fue ‘Hasta estallar’, con una mención especial al eterno León Gieco, quien colaboró en la grabación de dicho tema en 1996. ‘Basta para mí’, ‘Rajá rata’ (¿dedicada a Mauricio Macri?) y la abreviada versión de ‘Stand By Me’ (Ben King, 1961) arrojaron matices contrapuestos y sensaciones volátiles dentro de un ambiente que se había enrarecido desde su nacimiento. ‘Fulanos de nadie’, con la participación de Marco Antonio Fernández en acordeón, es un tango rockero que ejemplifica la esencia quemera y justifica (o, mejor dicho, confirma) la excelencia para relatar historias de amores inconclusos.
El derroche de hits insuperables continuó con ‘Sapo de otro pozo’ (¿quién no se identificó alguna vez con esa canción?), ‘Avanti Morocha’ y ‘Oxidado’, justo antes del saludo final entre músicos y público. En el imaginario de todas las almas rendidas ante otra muestra de rock ya sobrevolaba la idea de que se tratara de la última función de los Caballeros de la Quema: Iván agradeció y pareció contestar a esas dudas con un “¿Quién sabe?”, dejando abierta una puerta que se había cerrado por más de 15 años: ojalá que haya otra vuelta y que, esta vez, dicha entrada sólo quede accesible para los que aman la música.
No roben más. ¿Qué más quieren? Hacen mierda algo tan espectacular como ir a un recital. Nadie los quiere. Fulanos de nadie.