Es el año 2011, tres amigos se encuentran por la noche en una habitación, luego de largas jornadas de laburos diferentes: están grabando un disco. Las herramientas son escasas, pero las ganas gigantes, con guitarra criolla como base y una voz que rasca lo más profundo dan por iniciada la aventura. León Rogani grabó El Amor en los Tiempos del Call Center (2011) de esta manera artesanal junto a Dany Hokama y Emiliano García (para leer más sobre la mirada del autor sobre este trabajo, podes chequear la entrevista que le hicimos acá).
El manifiesto de 'Lo Único Que Quiero' abre el álbum invitándonos a cerrar todas las persianas y abrazarnos a aquello que deseamos… “Y tal vez, después, asomarme a ver qué quedó del mundo” si es que hay algo más allá de «ese» instante. 'Vaivén' sigue con un ímpetu más acelerado, con pausas repentinas que cortan el aliento para retomar la marcha e imprimir un amor a distancia: “Quiero acostarme y despertarme en vos para ver cómo amanece el verde ahí. Donde mirás”.
Los momentos cotidianos, los más banales y repetitivos, se vuelven singulares, trascendentes y especiales
Oriundo de la zona sur del conurbano bonaerense, el joven León viaja a donde lo llamen para tocar, estudia literatura en la Facultad de Filosofía y Letras y consiguió su primer laburo en un call center, lo que le dio nombre al álbum. De esta mezcla de ingredientes nace un disco donde los momentos cotidianos, los más banales y repetitivos, se vuelven singulares, trascendentes y especiales. El puño de León crea puentes invisibles entre extraños que se cruzan en la calle, ve historias en una bebida a medio terminar en la mesa de un bar e imprime una postal de cada espera de un tren. “No quiero ser cualquier extraño en tu andén”, “Sentado en un café, afuera llueve. Y yo bajo este techo ahogándome”, son algunos pasajes que lo ilustran.
Siguiendo con el recorrido track por track, 'Nocaut', dentro de la lógica del disco, es la que se podría entender como el hit, con coros que adornan una lírica que identifica a todo aquel que haya estado enamorado alguna vez. El recurso de la pausa dramática llega a su máximo esplendor antes de lanzar quizás las palabras más bellas y gomas que se le pueden decir a alguien: “Dos ojos claros y abajo el lunar y un lienzo más blanco que la superficie solar. Sos arte”. A lo que se suma 'Lulabai', el tema siguiente: “Solo sé que mi alma se alimenta con porciones de la luz que me dejas acá cuando no estás. Por eso mejor dormir hasta mañana”. Poesías que hacen de las banalidades del amor un suspiro infinito, captura los instantes del presente y los inmortaliza para siempre en cada tema.
Llegando a la mitad del disco, entendés que no queda otra que entregarse a esta apuesta por la nostalgia
Una de las magias que hacen que el disco se entienda como un todo, es que incluye distintos guiños a las (des)comunicaciones, sobre todo en las relaciones afectivas. Ya desde su portada (en homenaje a 'el beso del Hotel De Ville' de Robert Doisneau) incorpora celulares a los personajes alrededor de la pareja principal. Por otro lado, en el final de 'Nocaut' podemos escuchar un mensaje en el contestador de una voz femenina en francés que dice algo así como “recién llego de un viaje largo, quería escucharte”. 'Bicicleta' también incluye otro mensaje, es un poema en el mismo idioma que se acompaña con una melodía instrumental.
Hace algunas décadas, si no encontrabas a alguien en casa, la única manera de hacerle llegar nuestro contacto era por un mensaje en el contestador. Casualmente en el mismo año que salió este disco, se estrenó el corto Ni Una Sola Palabra de Amor basado en una grabación que fue encontrada dentro de un contestador telefónico usado en el Mercado de Pulgas. Allí estaba la voz de María Teresa, una mujer que espera recibir el llamado de Enrique que nunca responde y no le queda otra que cantarle las 40 a un aparato electrónico. En esos tiempos se hacía necesario el encuentro en el mundo real, ya que el virtual era acotado. El amor en los tiempos de los audios de WhatsApp presenta otras complejidades, donde en vez de acercarnos más, nos perdemos en un visto. “Cuando el teléfono arda y tu pena amarga se vuelva canción” reza otra de las letras, y al final de otro de los tracks suena un “tu-tu-tu” de la llamada que nadie atiende, o peor, la que nos cortan. Que puede ser una línea de teléfono o de terapia intensiva, que se comparan en esa espera agónica que nos dejan con un sabor un poco amargo. Tal vez no estemos tan lejos de María Teresa o de la chica que deja un mensaje luego de volver de viaje, aguardando una respuesta.
¿Ubicás cuando estás en un lugar venido a menos, desencantado, pero de repente alguien sobresale entre toda esa ruina y la cosa se ilumina?. “Relucís entre todas las miserias”, dice León en 'Floto' y a una le genera algo en el centro del pecho, llegando a la mitad del disco, entendés que no queda otra que entregarse a esta apuesta por la nostalgia. 'Las Luces del Cañaveral' confirma con la intención de su voz que hay algo que necesita ser dicho, aquí y ahora. Por su parte, 'Tres horas al Sur' retoma el romance en la lejanía que comenzó en 'Vaivén' y va en la misma línea: “El sol de los dos es igual, sonrío pensando que vos lo mirás. Sabiendo que es hoy acá, tres horas al sur de donde despertás. Te regalo esta canción como un beso indeleble en el tiempo” y culmina envolviéndonos en sonidos de lluvia.
Llegando casi al final en 'Tu Voz Como Un Pulso Telefónico', el lado B de esa nostalgia, ya pasada, se hace presente: “Una pausa en el televisor y tu nombre me suena a humedad, la nostalgia se me llenó de cosas rancias. En costumbre se volvió la emoción, todo el vértigo se nos congeló, la boca seca se nos llenó de sal”. 'Los Asesinos' culmina la pieza con un sonido alegre con panderetas y coros, pero la lírica es sombría, siguiendo la estela del tema anterior. Un tipo sentado en un bar con un cigarrillo en mano que no puede parar de maquinar es un guión para quien sepa leerlo, con escenas muy claras que se suceden y nos van ambientando en la historia. Y luego silencio. Quedarse escuchando a ver qué pasa tiene de recompensa una canción escondida, que años más tarde fue bautizada como 'La Niebla y Todo Lo Demás' en el álbum grabado en vivo en el ND Ateneo. Un digno cierre poético para este álbum que logra pasar cualquier coraza y da de lleno ahí donde se juegan las emociones.
Apaguen las luces, sírvanse una copa de vino y regálense este disco que si cerrás los ojos, es una peli.