La capacidad de la sede de GEBA, situada a pocos metros del Hipódromo de Palermo, fue demasiado para uno de los mejores shows que se pueden encontrar sobre la tierra. Pero, como era de esperar, los fanáticos que cubrían la mitad del campo y casi la totalidad de la platea se encargaron de ponerle mucho calor a una noche en la que la intensidad fue el denominador común.
La previa había estado sazonada por las palabras de Jared Leto, quien sostuvo que a pesar de que le sugirieron cancelar el show, eligieron no hacerlo porque consideran que el público no tiene la culpa de las dificultades económicas que atraviesa el país. También porque su más reciente disco, America (2018), es el más político de su carrera y, al mismo tiempo, el que marca un cambio sonoro muy rotundo que se pudo escuchar con claridad durante la hora y media que duró la presentación de los norteamericanos.
Una larga espera antecedió al apagado de luces, iniciando el show con un enlace entre ‘Monolith’ y ‘Up In The Air’, donde el pop y la EDM tomaron por asalto Buenos Aires y pusieron a todos a saltar alocadamente. Leto ingresó enfundado en una colorida túnica oriental de Gucci, anteojos oscuros y unos guantes dorados bien llamativos que no eclipsaron el hecho de que su voz se encuentra en un momento prodigioso.
Como un predicador —ayudado por un notable efecto contraluz— el gran protagonista se paró frente a sus fieles y demostró en directo su impresionante capacidad para dominar tanto al escenario como al público. Moviéndose como una gacela por las tablas, amagó con continuar el show antes de frenar abruptamente la música y exigir que la gente presente en la platea baje al campo a “divertirse un poco con todos nosotros”. Tras varias idas y vueltas, el frontman logró su cometido y reanudó las acciones con una versión bien distorsionada de ‘Kings and Queens’, donde la base imitó a la perfección a una guitarra, y la épica presente en la genética —hoy día más cercana a la electrónica— de ‘This Is War’.
Tras una impresionante suelta de globos y pelotas gigantes de colores, la oscuridad se asomó un poco en el tándem conformado por ‘Dangerous Night’ y ‘From Yesterday’. La crudeza de la voz de Leto y la habilidad de su hermano Shannon para armar los beats y las bases desde el octapad, todo acompañado por un juego de luces frenético y de alto calibre, hizo aún más poderoso el rugido de la multitud.
En la profunda ‘Love Is Madness’, la interacción entre el cantante y la tribuna armó la canción en su totalidad, derivando de forma directa en la fiesta subterránea creada por el teclado, sintetizador y batería durante ‘Hail To The Victor’. Lo destacable fueron los inserts en los que el líder quedó casi en soledad cantándole a los fanáticos, y el hecho de que no hayan quedado por completo descolgados en una estructura más bien pesada.
Otra cuestión que sobresalió fue la capacidad de 30 Seconds To Mars para siempre soltar el beat en el momento justo, algo que se acrecentó en las mucho más bailables ‘Great Wide Open’ y ‘Rescue Me’ —que incluyó a cuatro afortunados sobre el escenario—, dos piezas en las que la vieja esencia de la banda quedó por completo despojada de todos los elementos sumados con el correr de los años.
La faceta más reflexiva regresó para ‘Hurricane’, pero la gema de la noche fue la íntima, dolorosa y paranoide ‘Remedy’, cantada con la sola compañía de la guitarra electroacústica por Shannon, quien por momentos canalizó la energía y el estilo del difunto Chester Bennington. Muy cerca del final, ‘Live Like A Dream’ y ‘The Kill’ volvieron a encender las pasiones al máximo, llegando la intensidad a punto caramelo cuando sonó la política y contundente ‘Walk On Water’. La gorra de tono oscuro que Leto se calzó y el llamado a luchar para cambiar las cosas fueron suficiente evidencia de que se puede enviar un mensaje con absoluta claridad sin incursionar en la siempre aburrida demagogia.
Sin hacer un innecesario encore, 30 Seconds To Mars se despidió de la Argentina con más de treinta personas delirando arriba de las tablas —la perlita: uno de ellos estaba caracterizado como el guasón interpretado por Leto en Suicide Squad— al ritmo de ‘Closer To The Edge’. Al grito de “los amamos, Argentina”, los hermanos Leto y el multifunción Stevie Aiello se retiraron bañados en una lluvia de papelitos plateados y una estruendosa ovación.
El paso de 30 Seconds To Mars por nuestro país volvió a dejar en claro que el suyo es uno de los más grandes e intensos espectáculos del planeta tierra. La gente disfrutó de principio a fin de una banda que no recortó absolutamente nada y que mostró también tener devoción por ellos, quedando en el tintero la pregunta de por qué hasta el momento la banda de Jared Leto no estuvo presente en ninguna de las ediciones locales del Lollapalooza. Si algo ha sabido entregar siempre este trío es épica pura, compromiso total y un sonido realmente excelente, algo que no es poco decir.
Por Rodrigo López
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