La memoria. Ese conjunto de imágenes y sensaciones pasadas que se quedan alojados en nuestra mente como tesoros. La indescriptible sensación de transportarse a otro tiempo y lugar a partir de un (casi) involuntario mecanismo de nuestro ser. Para viajar con ella, uno puede emplear varios métodos que la faciliten: la música es uno de ellos; y, la noche del 4 de septiembre pasado en el Estadio Hípico Argentino, Whitesnake y Europe fueron catalizadores para que la memoria de un vasto grupo de fanáticos se pusiera en marcha.
En el ingreso al predio, uno podía observar una mayor presencia de un público adulto (entendiendo este término como gente con cuatro décadas o más en su espalda). Gente que probablemente haya podido disfrutar la era dorada de estas agrupaciones, así como del Glam Metal en general. Por supuesto que las nuevas generaciones de metaleros hicieron notar su presencia, pero quizás la nostalgia por una época en la que las guitarras distorsionadas y los cabellos largos eran una suerte de moda es el barco que mantiene a flote a este tipo de espectáculos.
"Ustedes lucen bien Buenos Aires... Pero no tanto como nosotros"
"Ustedes lucen bien Buenos Aires... Pero no tanto como nosotros", dice Joey Tempest, vocalista de Europe, antes de reventar el predio con 'Rock The Night'. Las cabezas de los fanáticos comenzaban a agitarse tímidamente en los distintos sectores del microestadio, algunos de los cuales se encontraban más deshabitados que otros (resultaba extraño, ya que las credenciales de estos grupos son suficientes como para agotar localidades en cualquier sitio). El frontman salpicaba su encanto por todo los rincones del escenario, jugando y divirtiéndose con su audiencia, quienes lo aclamaban y celebraban, transmutando el peso de todos esos años de carrera en una cálida celebración para un género con cuatro décadas de longevidad.
Canciones como ‘Ready Or Not’,‘Sign Of Times’ y ‘Scream Of Anger’ sirvieron para demostrar no solo la habilidad prodigiosa de los músicos sobre el escenario, sino también para no dudar ni por segundo de qué los hizo mantenerse relevantes todo este tiempo. Europe dejó asentado algo durante su presentación: hay bandas que merecen no ser olvidadas jamás.
Al final del día, no hay nada más poderoso que un hit: esos que acompañan nuestra cotidianidad como una banda sonora puesta a gusto por un narrador. Así, llegó 'Carrie', una de las baladas definitivas de los '80, para que el corazón se conmoviese entre las suplicantes melodías de Joey y los punteos de guitarra de John Norum, quien tuvo una performance excepcional durante toda la presentación. Pero, al final y precedido por ‘Cherokee’ (otro notable éxito de la banda), aterrizó la pieza épica que grabó a la banda en los albores de la fama internacional: con un grito apasionado del público, ‘The Final Countdown’ cerró la presentación de los suecos, en una epopeya musical de siete minutos donde todo el público —sin importar edad, pues algunas canciones son, sencillamente, atemporales— alzó los celulares para grabar el acontecimiento y la voz para estallar sus gargantas en la cuenta regresiva de los últimos minutos del grupo sobre el escenario.
Enmarcados en la típica puntualidad inglesa, los comandados por David Coverdale salieron al escenario con ‘Bad Boys’, revisitaron ‘Slide It In’ y demostraron su apabullante potencia con ‘Love Ain’t No Stranger’. El vocalista, quien aún luce una larga cabellera al mejor estilo ochentoso, vestía una camisa negra que tenía el logo de la banda y la bandera argentina bordados, detalle que repitió en otro países de la gira como Brasil. Extrañamente, parecía que el público se encontraba un poco más apagado de lo común, siendo solo unos pocos los que se copaban en las distintas interacciones que generaba en líder del grupo.
La seguridad del frontman era justamente equiparada por el nivel instrumental de los músicos que lo acompañaban: Joel Hoekstra (guitarra), Reb Beach (guitarra), Michael Devin (bajo), Michele Luppi (teclados) y Tommy Aldridge (batería). Si bien después de su show en Brasil varias personas alegaron que Coverdale dejaba que desear como cantante (en contraposición con su habilidad durante las décadas de los ‘70 y ‘80), en esta ocasión se lo notó más que correcto y encendido, demostrando que el ex Deep Purple no es solo una figura endiosada por la nostalgia, sino un músico talentoso y buen showman.
Quizás el que mayor cantidad de aplausos se llevó fue Aldridge, quien demostró ser un prodigioso artistas con un solo de batería que culminó con él tocando sin baquetas. Por supuesto que Reb y Joel también tuvieron la oportunidad de lucirse con un duelo de guitarras antes de ‘Shut Up & Kiss Me’.
Con ‘Is This Love’ y ‘Here I Go Again’, Whitesnake dejaba la noche propicia para que ese público, que no terminaba de decidirse si agitarla o no, tomara las riendas del evento, coreando y gritando las implacables melodías de estos clásicos. El clímax de la noche era propio de una banda de la envergadura de los británicos: un sonido demoledor perfectamente condimentado con la estética «pop» ochentosa, el cual disparaba el juego de la inevitable nostalgia sin dejar de crear un clima atrapante.
“¡Vamos! ¡Esto es Buenos Aires! ¡Hagan mucho ruido!”, exclamó Coverdale antes de dar rienda suelta a ‘Still Of The Night’, momento en el que (debo admitir) la tan dichosa memoria comenzó a operar en su humilde servidor de una manera particular: en el preciso instante que este clásico de su disco homónimo del 87 comenzó a sonar, supe que sería una noche memorable. No solo por la calidad de este hit, sino por el enorme placer de haber observado dos presentaciones de tan alto nivel como las que habían hecho temblar el Hípico.
“Siete veces juntos Argentina… ¡SIETE! Manténganse seguros, sean felices y no dejen que nadie los atemorice”, manifestaba Coverdale haciendo alusión a su propia memoria, esa que seguramente lo transportaba al Monsters Of Rock del 97 en el Estadio Ferro (primera presentación de la banda en el país). ‘Burn’, de Deep Purple, fue la elegida para cerrar una noche que quedará marcada a fuego en las memorias de quienes asistieron a rendirle tributo al Heavy Metal, ese género que aunque intentes olvidarlo, siempre vuelve.
Por Iván Gritar