El día sábado en la segunda jornada del Lollapalooza Argentina se produjo uno de los retornos más aclamados de la música indie: los británicos Arctic Monkeys. El conjunto no tocaba en el país desde el Personal Fest 2014 en la gira de presentación de su exitosa placa AM (2013). Nuevamente, los monos estaban en tour para presentar su último trabajo, Tranquility Base Hotel & Casino (2018), un disco que generó cierta polémica entre los die hard fans del conjunto, pero sin dudas extendió su trabajo a otros horizontes.
Si bien Sam Smith estaba dando un gran show en el Main Stage 2, mucho antes del horario pautado para los originarios de Sheffield la masa de gente comenzó a acumularse en las proximidades del Main Stage 1. Cuarenta minutos antes ya era verdaderamente difícil acercarse al escenario debido a la ausencia de espacio físico, y las quejas entre quienes intentaban moverse se mezclaban con los comentarios sensatos de quienes profesaban: “No hay lugar. ¿Dónde querés que me ponga?”.
Bellos eran los tiempos en los cuales el Lolla pasaba por las pantallas de un escenario el show que se desarrollaba en el otro; hace un par de ediciones lo único que pasan en esos lapsos es publicidad, aunque no podemos realmente culparlos, ¿cierto? Nuestra piedad a aquellas almas fanáticas que se congregan desde el mediodía para hacer valla de sus artistas favoritos, tarea titánica que se ve en cada edición de este y tantos otros festivales en nuestra tierra melómana.
Contrario a lo del día anterior con el público de twenty øne piløts (sumate a nuestro debate aquí), apenas se escucharon las primeras notas del riff de ‘Do I Wanna Know’ el campo se puso a saltar. Tanta fue la intensidad, que una gran cantidad de chicas de contextura pequeña debieron ser evacuadas por los aires hacia la valla. Si bien Tranquility Base es un álbum meloso y tranquilo, la seguidilla ‘Do I Wanna Know’, ‘Brainstorm’, ‘Snap Out Ot it’ y ‘Don't Sit Down 'Cause I've Moved Your Chair’ dejó en claro que en el show se iba a brincar como en los viejos tiempos, y el público old school de los monos estaba para eso.
Injusto sería decir que el más reciente lanzamiento de los ingleses es malo. Es un disco de una complejidad alta y madurez bien lograda, pero como la banda confesó, estuvo a punto de ser un álbum solista de Alex Turner, quien lo compuso íntegramente tocando el piano. Lejos está de los gritos adolescentes y guitarras enojadas de los primeros y anhelados larga duración, y tampoco está cerca del sensual pero aún rockero AM. “Parecen dos bandas distintas”, comentó un muchacho entre el público durante ‘The Ultracheese’, mientras de su cabeza goteaba sudor por los saltos previos. Lo cierto es que, guste o no guste, en el concierto de los ingleses los temas nuevos fueron el respiro necesario entre tanto agite con los más viejos, que sin dudas fueron bastante más festejados por la mayoría de la audiencia.
“Muchas gracias, por favor”, insistió en repetir al menos tres veces el cantante de la agrupación, como si se esforzara por lucir todo el español que aprendió, aunque la segunda parte no hiciera mucho sentido. Los años han pasado y el jovencito punk y rebelde de Whatever People Say I Am That’s What I’m Not (2006) ahora está más cerca de un joven John Travolta en términos estéticos y de Nick Cave en cuestiones performáticas.
El setlist no arrojó ninguna sorpresa para quien viniera siguiendo la gira, los puntos más altos fueron —además del buen arranque— ‘I Bet That You Look Good On The Dancefloor’ (la canción más veces interpretada en vivo por los Arctic), ‘Dancing Shoes’ y una extendida versión de ‘Crying Lightning’, que generó un agujero inmenso al cual las y los fanáticos que habían aguantado adelante se arrojaron felices de poguear.
Por supuesto, luego de desaparecer por unos minutos, regresaron con aquella confesión de Turner: “Solo quise ser uno de Los Strokes / Ahora mira el desastre que me hiciste hacer”, nos referimos a ‘Star Treatment’, seguido de un potente ‘Arabella’ y, para cerrar, ‘R U Mine’, que arrancó gritos de dos tipos: euforia por la pieza y melancolía porque se sabía que era la última, aunque el cronómetro les diera tiempo para haber intercalado otro antes. Así y todo, será muy difícil encontrar persona que no diga que la presentación de Arctic Monkeys fue un éxito.