Caminando el domingo por la tarde por Villa Crespo, uno podía cruzarse con una multiplicidad de especies de la fauna porteña. Pero entre familias paseando por las calles y algún dominguero en joguineta y pantuflas yendo a hacer alguna compra al súper o a la panadería, sobresalía una gran cantidad de gente con remeras de bandas de rock que se acercaba a C Art Media para disfrutar del Festival Mutante.
En ediciones anteriores, este ciclo nos acercó a artistas de primer como Juana Molina, Santi Motorizado, Lucy Patané y Mi amigo invencible, entre otros. Este año no sería diferente. Con una curaduría centrada en grupos emergentes, tuvimos la posibilidad de compartir una tarde repleta de bandas jóvenes, que iniciaron sus carreras discográficas recién en estos últimos años.
Las dos primeras presentaciones del festival estuvieron a cargo de Lagrimitas y de Máze. Ambos conjuntos dieron shows muy sólidos, mostrando una soltura sorprendente a pesar de ser esta una de sus primeras presentaciones en un escenario tan grande como el de Art Media. Lagrimitas, que por ahora solo cuenta con dos sencillos editados, ya parece tener construido un espectáculo sin fisuras y un público fiel que acompaña. Máze, con un repertorio lleno de canciones de melodías simples y pegadizas, seteó el ambiente con sus canciones de amor y puso a una gran parte de la gente a cantar y poguear feliz.
En el medio del lineup del festival estaba ubicado El Nota. Tomándose ese rol a pecho, el carismático cantautor se volvió el corazón del evento. Presentándose por primera vez desde el lanzamiento de su disco Subidos al Pony (2025), dio un concierto lleno de emoción y, por qué no, también de humor.
Es que, más allá de lo bien construida que se sintió la instrumentación de las canciones con esas tres guitarras sobre el escenario, Nazareno Nota condujo la presentación con una desfachatez que mantenía un sabor a impredictibilidad sobre lo que podía pasar de un momento a otro. Como cuando insistentemente aprovechaba los espacios vacíos para, imitando la voz de Walas, presentar irónicamente a su banda diciendo: “Hola, somos los Massacre” mientras de fondo se proyectaba bien grande y como un gran mandamiento la leyenda: “NO PLAGIARÁS”. Y el plagio probablemente sea uno de los conceptos con los que El Nota elige coquetear, ya que la tapa de su disco claramente evoca la de Toro y pampa (2006) de Almafuerte, repitiendo el uso de las tipografías, cromatismos y la ubicación de los elementos. Incluso el bajista de la formación llevaba puesta una remera con la tapa de ese recordado disco del gran Ricardo Iorio.
Ahí el C estalló por primera vez en la jornada, con el público bailando y disfrutando cada canción como si fuese un himno. Con El Nota tirando flores a su gente y revolcándose por el escenario. Canciones tristes que mutaban para hacerse fiesta.
Cuartos en el lineup y con un set siempre parejo, los Buenos Vampiros tomaron las riendas del festival. Apenas unas semanas después de abrir para el mítico Iggy Pop en el Movistar Arena, un hecho que demuestra la relevancia que adquirieron en tan poco tiempo dentro de la escena local. Su presentación fue a puro ritmo, con momentos para la reflexión sobre temas de coyuntura de cara a las elecciones que se avecinan.
Winona Riders fue el plato fuerte de la noche, con un show que no necesita grandes introducciones. Un montón de rock garagero del bueno, con grooves persistentes que se transforman en baile y en trance. Una pared de sonido que nos llevó puestos y nos hizo sentir adentro de una sala de ensayo en la que todo camina con la calma misma que la intimidad otorga. Definitivamente la mejor manera de terminar una noche llena de música.
El Festival Mutante terminó pasada la medianoche y nos mandó a la cama con los oídos repletos de música. Vivimos cinco grupos que conformaron una muy buena exhibición de proyectos que prometen seguir creciendo, cada uno a su ritmo, y llenarnos de alegría. Benditas sean estas cinco criaturas que transformaron una tarde de domingo cualquiera en un evento memorable.