Fotos por Florencia Ibañez / @floriba_fotografia
El C Art Media está lleno. Lo sé porque llego al filo de que empiece el show que va a dar el camaleónico Thundercat, y abrirse paso hasta una posición ventajosa se vuelve una tarea ardua. Ya en el fondo del recinto, donde la dispersión natural del público que busca evitar el apelmazamiento suele ser mayor, la gente está pegadita, haciéndome subir el contador de “permiso” y “gracias” a medida que avanzo.
De repente las luces se apagan y empieza a sonar ‘Friendly Hallucinations’ de Mac Miller, tema coescrito, producido y cointerpretado por Thundercat. Ambos artistas fueron grandes amigos y, tras la muerte de Mac, esta es una de las muchas formas en las que ese vínculo se hace presente en el show.
Tras ese pasaje emotivo, aparece finalmente Thundercat en escena acompañado por los músicos Dennis Hamm en teclados y Justin Brown en la batería. Tres virtuosos que, a lo largo del show, dibujarán firuletes coloridos e interminables con sus instrumentos, para deleite de algunos y agobio de otros.
Empieza el show con un solo de batería, como para cementar la llegada del virtuosismo al escenario. Ese solo vertiginosamente se convierte en ‘Children of the Baked Potato’, una canción nueva que nos agarra a todos por sorpresa y nos deja alucinados con su despliegue instrumental.
Thundercat es un personaje singular. Su estética, su estilo para tocar, su instrumento: nada pasa desapercibido. Sin embargo, a la hora de hablarle a su público es chistoso y bastante cercano. Por momentos bromea con revelar el nombre de su tan esperado próximo disco y siempre tiene algún chiste para hacer entre tema y tema. Ese carisma, junto a su innegable talento, es muy probablemente lo que lo hace uno de los artistas que más colaboraciones tiene en la escena actual.
Ya sea como compositor, productor o instrumentista, Thundercat participó en canciones junto a Erykah Badu, Kamasi Washington, Flying Lotus, Gorillaz, Justice, Childish Gambino, DOMI & JD Beck, solo por nombrar algunos. Ni hablar que fue uno de los máximos motores creativos del exitosísimo To Pimp A Butterfly (2015) de Kendrick Lamar. Es un músico camaleónico, al que es difícil ponerle un rótulo. ¿Jazz fusión? ¿Funk? ¿R&B? ¿Hip-hop?
Hoy lo tengo a unos metros nada más, haciendo magia con su increíble bajo de seis cuerdas custom de Ibanez, de un rojo brillante y con la cara de Asuka Langley Sōryū de Neon Genesis Evangelion. Lleva unas hebillas metálicas muy llamativas que ayudan a que sus rastas no le tapen la cara mientras toca, un collar que parece salido de una película ambientada en el antiguo Egipto y unos zapatos con plataformas para rematar su look fenomenal.
Durante la primera mitad del show, suenan grandes temas como ‘A Fan's Mail (Tron Song Suite II)’ de su álbum Drunk (2017) y ‘Black Qualls’ de It Is What It Is (2020). Si bien la recepción de parte del público es cálida, la respuesta de los espectadores funciona dentro de la atmósfera de la contemplación y sorpresa por lo que están viendo. Es recién antes de tocar ‘Dragonball Durag’ que Thundercat dice: “Buenos Aires, voy a necesitar que hagan algo más además de estar ahí parados”. Ese fue el empujoncito que necesitaban los manijas de siempre, para dejar sus escondites en las zonas alejadas al escenario y entrar agitando a puro pogo, canto y emoción.
La segunda mitad es con otra energía, con muchos más saltos y aplausos para que los hitazos ‘Show You the Way’, ‘Funny Thing’ y ‘Them Changes’ se conviertan en el clímax absoluto del show. Incluso habría tiempo para un bis con la canción ‘No More Lies’, último lanzamiento oficial del artista en colaboración con Tame Impala.
Termina el show. Se va la segunda visita del artista a nuestro país después de aquel Vorterix lejano en 2018. De a poco la gente va caminando hacia la salida. Escucho a gente emocionada con lo que vio, otros fascinados con el virtuosismo desplegado e incluso a quienes dicen que se les hizo un poco mucho el show. Y sí, pienso. Eso es lo que tenía que pasar. Thundercat es un montón.